viernes, 4 de octubre de 2013

Pedro J. Mª Campuzano Gómez (MEMORIAS DE UNA VELO-SOLEX)

Relato en torno a una entrañable historia protagonizada por una Velo-Solex (ciclo-motor, resultante de incorporar a una bicicleta un motor de tracción a rodillo, siendo éste el motriz –mediante acoplamiento, por fricción, sobre la parte superior de la rueda delantera– de la impulsión del biciclo sin necesidad de dar pedales), por “Nany” (que a tantas motos “cuidó”, incluidos estos y otros Ciclomotores) y por las personas que en una entrañable época se movían en torno a un Garaje de Motos, posteriormente de Autos... pero siempre con Motos.
 
 
 
Ilustraciones:
Las fotografías y gráficos que no pertenecen al archivo familiar del autor, han sido tomadas de lo existente en Internet sobre las Velo-Solex (desde aquí nuestro agradecimiento a los diferentes autores y a las firmas Solex de Francia y a la española Orbea)

Prólogo

Cada vez que intuía que él venía, ya que sus firmes pasos y vozarrón inconfundibles bien lo delataban, toda mi deteriorada y oxidada arquitectura –desde la palanca de basculación del agarrotado motor, hasta la rueda trasera pasando por los atrofiados pedales– se contorneaba para llamar la atención del Maestro. La actitud de éste siempre era la misma: me miraba con cariño, apretujaba su bigotazo entre su labio superior y su más que generosa nariz y mascullaba con paternal parsimonia…
–Tranquila abuelita, ya sabes que cuando me jubile tú serás la primera, de entre toda esta panda de preciosidades, a la que meteré mano.
Y allí, en mi rincón de la pequeña nave del “desguace” de Talleres Nany, quedaba yo con mi sueño indefinidamente repetido (desde que mi querido Don Guillermo me “traspasó”, Don Acilino me jubiló y Don Guille finiquitó) de volver ¡ Ay , algún día ! a ser lo que fui. Pero para ello necesitaba que El Maestro “me metiera mano”, mejor dicho “manazas” y tómese esta denominación vulgar no en su sentido peyorativo puesto que Nany era un excelente “manitas” en su actividad profesional sino en su aspecto físico, puesto que Seve (así le llamaban cariñosamente sus hijas  tenía una manos tan grandes que llamaban la atención… parecía increíble que con tales “remos” pudiera realizar las más delicadas intervenciones mecánicas.
Es pertinente indicar que el Taller, de Severiano Campuzano Gómez, “Nany”, era el centro social por antonomasia de toda la variopinta “Familia del Motor” del Valle de Buelna y su entorno provincial. Ello fue fruto de una dilatada y exitosa carrera profesional, acompañada de unas sobresalientes cualidades humanas.
Desde sus precoces inicios como aprendiz de mecánico (ya de muy niño “cambiaba de Colegio” con frecuencia… pues se escapaba de la escuela oficial apara ir a la que de verdad era su Escuela: el taller donde los mecánicos y conductores, de Transportes Gregorio Pérez, realizaban las reparaciones habituales) y hasta su consagración profesional como, posiblemente, uno de los mejores mecánicos de Autos y Motos de España, Nany siempre marcó diferencias en el colectivo gremial. Obviando su fuerte carácter, eran su notable inteligencia, acusada agilidad mental, formación-cualificación profesional excelente, especial agudeza visual y auditiva –asaz experto en el diagnóstico “de oreja”–, sus manazas de artista y su carisma y simpatía personales, las cualidades que le hacían ser muy admirado y querido por sus amigos… y más que respetado por los pocos que no lo eran. Por todo ello, todos los establecimientos donde Severiano ejerció su actividad profesional (desde el primer y humilde taller de bicicletas y motos, en La Rasilla, hasta el gran Taller en la Mies del Agua, tanto como Talleres Mecánicos como en su faceta de Servicios Oficiales Renault, Morris y SEAT) siempre contaron con una numerosa clientela muy afecta y leal. Sus clientes no se sentían como tales, eran amigos.
De dominio público y notorio era la pasión de Nany por las motos. De éstas, poseía una excelente colección de todos los tipos y épocas y en diferentes estados de conservación. Era muy raro no encontrar en sus talleres de automóviles alguna moto, de algún amigo, para reparar o restaurar, tarea a la que dedicaba los pocos ratos libres en los fines de semana.
Era también “Donde Nany” el lugar en que se organizaban todo tipo de eventos y competiciones deportivas, tanto de autos como de motos. Imaginad amigos el cotidiano ambientazo que me rodeaba. Así que puedo afirmar con autoridad que yo vivía mi obligado “letargo” en un muy fenomenal entorno, tanto profesional como deportivo…
Además nunca me faltaban las entrañables visitas de los nostálgicos abuelotes. Estos que me habían visto lucir tipo llevando a mi querido “Cura”, Don Guillermo, por todos los rincones del Valle a realizar su labor pastoral, musical, humanitaria y social.
Fue Don Guillermo quien me llevó –a pedales, pues el motor ya no daba más de sí– no sin gran pena, a “donde Nany” para que éste hiciera lo que considerase conmigo… Literalmente le dijo: “Amigo Nany, para piezas de recambio o, si es posible, una “piadosa restauración”… Consecuencia de que un precioso “Seiscientos” me robara el amor de mi querido Don Guillermo.
Mas como Nany me acogió con cariño –no me desguazó, simplemente me depositó en su “cementerio” de viejas glorias– y había, como ya he precisado, buen ambiente en su Taller, mi disgusto se pasó a los pocos días. Comprendan vuesas mercedes mi inicial pena al ser abandonado, basada en que yo tengo a gala (si alguien no me demuestra lo contrario) el haber sido la primera Velo-Solex que llegó al Valle de Buelna… Así que pudo ser por ello el citado cura, Don Guillermo, el primer “Motocicletero” oficial de Velo-Solex en nuestro Valle de Buelna…
¡Amigos, que esto imprime carácter y uno tiene su orgullo!
Bueno, pues como ya estamos más o menos situados, no procede que me extienda en demasía en lo relativo al “ecosistema” donde transcurrió mi indefinido “descanso”, cuya duración merece ser precisada: desde inicios de los 80 hasta principios del Siglo XXI.
El reposo de una leyenda…
… Mientras, Nany se consagraba en su deporte favorito
Y se sucedieron los años, unos a otros, y los acontecimientos, unos a otros… Así como determinados sucesos varios, tales como algunos problemas de salud del Maestro que me alertaron de que la jubilación de Nany era próxima. Los años, de eso yo sé bastante, nos roban la frescura y el vigor físico y eso no se puede ocultar. Por tanto, algo en el ambiente me indicaba que habría cambios en breve, como así fue en efecto…
Cierto día hubo follón en el taller, tarta y velas incluidas: Nany cumplía los 65 y se jubilaba ¡Coño! (perdón, perdón, Don Guillermo  ¡Albricias, ya me toca que Nany me toque! fue mi grito de júbilo, por el jubileo del Maestro. Así que… ese mismo día le vi entrar en “su desguace” y a todas nos miró con ojos de ilusionado enamorado en su primera escaramuza pasional… Se acercó a mí y, acariciándome cual abuelo primerizo a su linda nieta, dijo:
–¡Ay compañeruca, soy todo tuyo y tu toda mía, así que prepárate¡
Bueno, tenemos que remarcar que Nany tenía, entre otros, un defecto: no sabía decir que no a nadie. Apenas comenzó el proceso de mi laboriosa restauración (limpieza, revisión-selección de piezas, recopilación y/o construcción de recambios originales, etc) que yo creía iba a ser de no muy larga duración, se multiplicaron los compromisos con los amigos: que si este coche me falla, échalo un vistazo; que si la moto racanea; que si necesito que me perites esta compra de una moto del año 36,… Así que, ese no decir que no a nadie fue la causa de que mi sueño se fuera demorando. Bien cierto es que nunca me abandonó del todo, siempre encontraba un ratuco para “meterme mano” y que yo viera que me tenía “in process” (eso me decía, cachondeándose del léxico habitual de su hermano “ el Ejecutivo” de la Renault).

Por fin ya me veía lista ¡otra vez! para volver a lucir tipo por el Valle de Buelna –dado que mi restauración se acercaba a su fin– cuando, un mediodía del otoño del 2011, el Maestro se me acercó triste, cosa muy rara en él. Sus pasos ya no eran tan firmes y su vozarrón había bajado de tono y timbre, acusadamente, en su diapasón. Cuando lo tuve a mi lado pensé ¡Dios mío, te veo bajo de forma Campeón¡… Nany se sentó en la banqueta que me había acompañado durante toda mi restauración y, con acentuada melancolía impresa en sus expresivos ojos, a la par que una templanza y serenidad que me asustaron, me dijo:
–Compañeruca, no podré estrenarte ni pronto ni nunca, me muero amiga mía … tengo eso malo que nadie se atreve a decir en voz alta… pero que tu bien sabes, pues llevaste a Don Guille a dar al Extrema-Unción a muchos, por ello. Ha llegado mi hora, me quedan pocos meses de vida… Me han dicho que con tratamientos podría durar un poquito más, pero ya me conoces… Primero se “marchó” tu “Don Guille”, después mis padres… ahora me toca a mí partir junto a ellos…
Así que Nany me anunciaba otra desgracia, como la acontecida con mi Cura hacía algunos años… ¡ Dios mío, se nos van los mejores… y queda por ahí cada firma … ¡
Aunque el bueno de Nany completó felizmente mi perfecta restauración, apenas pudo disfrutar de su magnífica obra… Fue una fría mañana del 28 de Enero del año de desgracia del 2012 cuando noté un característico alboroto familiar en la casa –no sé si ésta es la expresión correcta, en estos casos… La tristeza, el dolor, se percibían desde mi privilegiada posición (pues lucía, ya totalmente restaurada, en un expositor del Garaje de Nany)… ¿Qué pasa nos preguntábamos en el garaje… Fue una voz femenina, quebrada por el llanto, la que llegó a todos los mudos habitantes del Taller con la dramática, pero temida, respuesta:
–¡ Nany ha muerto ¡
 

 
Mientras el cortejo fúnebre –escoltado por la familia y amigos, desolados, y la multitud de Moteros, tristes, llorosos, en sus monturas– se desplazaba hacia la última morada del Maestro, mis compañeras y yo ( desde la orgullosa Montesa Impala hasta la pizpireta Guzzi 75, pasando por todo el abanico de joyas por Nany restauradas o en proceso ) llorábamos, ya huérfanas, lágrimas de nuestro Líquido Elemento: 95 % gasolina, 5 % aceite SAE 30.
Al regreso, del sepelio, la familia y los íntimos amigos entraron en el Taller a depositar numerosas coronas y ramos de flores. A éstas, que habían acompañado a Severiano hasta su actual destino, las distribuyeron cuidadosamente, cual especial catafalco, por toda la superficie del Taller de Nany.
Los lazos, que adornaban cada corona y cada ramo de flores, indicaban de forma personal y gráfica el cariño, amor y afecto por el familiar y el amigo perdido. Era impresionante aquélla, podemos decir con todo respeto, exposición emocional: la bella colección de ciclomotores y motos escoltando a la más que bella, a la par que numerosa, muestra floral de afecto hacia el Gran Maestro…
Fue al depositar junto a mí aquélla corona de laurel, con la bandera de España y un lazo con la inscripción “Nany siempre nuestro Campeón”, cuando literalmente me derrumbé… Entonces –entiendo que, como reflejo automático de autodefensa o bien para sobreponerme– los recuerdos afloraron…
 

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