Saco del baúl de los recuerdos, esta redacción que envié en el año 1991 al concurso del Centenario de La Salle de Los Corrales de Buelna, que aunque no obtuvo ningún premio, guardo un grato recuerdo, no solamente del colegio, sino de los entrañables personajes que forman parte de la trama y que te resultarán familiares.
Con todo cariño
José
MI COLEGIO (Los Corrales, 1 de enero de 1.991)
*Tal como te prometí, amigo Pancho, nos encontramos en el fértil Valle de Buelna, del que tantas maravillas se escriben en los libros de caballerías. En él se encuentra la famosa Universidad donde se forman gentes de aquestos reinos.
-Razón tiene vuesa merced, mi señor don Quiñote, pero oído tengo de mis antepasados que no es Universidad, sino el Colegio de La Salle el que por estos fueros imparte la sabiduría.
*Universidad digo, ¿o es que no es labor universitaria la de formar y transformar, por arte de magia, a labradores y ganaderos en sabios y hombres de buena fe?
Miles de alumnos han pasado por sus aulas y hoy son prestigiosos caballeros, que han aprovechado las enseñanzas aquí impartidas para pasar a ser hombres de Ciencias y Letras, que han extendido la fama de esta Universidad por todas partes.
- Dejando a un lado si de Universidad o Colegio de La Salle se trate, sí atina mi señor en lo de que a la fama le corresponde. Sabido de todos es el gran prestigio que han alcanzado sus alumnos en todo el mundo, tanto en labores artesanales, como científicas.
*Dirigían sus enseñanzas sabios, tanto seglares como clérigos. Eran los primeros los encargados de formar a los jóvenes en las ramas artesanales, mientras que los segundos, siendo como eran hombres versados en Ciencias y Latines, se encargaban de completar la labor de los anteriores con enseñanzas teóricas y prácticas, en distintas asignaturas, hasta conseguir entrambos, que el plebeyo sometido a sus artes, fuese a la postre considerado caballero.
- Ha nombrado mi señor la palabra caballero. Quisiera someterme a las duras pruebas de pasar por sus aulas para adquirir las enseñanzas propias; ya que si como vuesa merced me tiene prometida la Ínsula de Barataria, quizás encuentre aquí la sabiduría necesaria para tal fin.
* Dices bien amigo Pancho. Sabiduría te falta para tan gran empresa y quizás aquí consigas adquirir la necesaria, pero tiempo habrá amigo Pancho que, no por mucho madrugar alvea más temprano.
Te iba comentando la fama de sus alumnos en las artes y en las ciencias y he ignorado otras que les dieron tal fama, que fueron así como con las anteriores, la envidia de la región.
Eran, para que me entiendas Pancho, especie de combates o lides que tenían con otros ejércitos cercanos en distintos campos de batalla. En su lenguaje lo denominaban prácticas deportivas. En estas batallas, los alumnos de esta Universidad eran invencibles. Era tal su bravura que en desiguales batallas, ponían en entredicho a ejércitos más equipados que ellos, llegando a figurar sus hazañas en todos los libros de caballería.
- Temibles deben ser las gentes de aquestos pagos, según se expresa mi señor.
* Pancho, Pancho. ¡Cuán poco sabes de Caballería! ¿No te he dicho que eran gentes de estudio y oficio? Pues te diré que nunca jamás gentes con tales conocimientos pusieron su espada al servicio del mal, sino que al contrario de como piensas, todo su ardor y sabiduría, como buenos caballeros, lo usaron para desfacer entuertos.
En estas conversaciones iban caballero y escudero, cuando en llegados a un bello paraje lleno de frondosos árboles, que los lugareños llaman La Rasilla, descubrió don Quiñote un grupo de jubilados que, en holganza estaban sentados tomando el sol. No hizo más que verlos y balbuceando no se qué de gigantes y malandrines, picó espuelas a Cocinante y se abalanzó sobre ellos.
Quiso la fortuna que por aquellos pagos se jubilasen jóvenes y en viendo las intenciones de aquél esperpéntico personaje, pusieron pies en polvorosa. Pero como la fortuna es caprichosa, uno de ellos, en la desbandada, tuvo la mala suerte de dar de bruces en el suelo. Don Quiñote, una vez descabalgado de Cocinante le puso la espada en el pecho y dijo:
*¡Ah bellaco y malandrín!, encomienda tu alma a Dios, si no haces lo que te digo.
El hombre no salía de su asombro y siguió, más por conveniencia que por convicción, el juego de aquél a la postre su vencedor.
*Vete a visitar a mi señora Dulcinera y dila que te vencí en singular batalla. Hazla saber a la vez que, no hay Universidad mejor en el mundo que la que aquí denominan Colegio de La Salle.
No tardó en convencer de lo dicho a aquél jubilado ya que él era antiguo alumno, allí había estudiado su hijo y en la actualidad lo hacía su nieto, así que hizo promesa a D. Quiñote de visitar a Dulcinera y poner en su conocimiento las órdenes descritas.
Una vez que vio el derrotado, que aflojaba la presión de la espada de su pecho, salió corriendo y en uniéndose a sus compañeros, que desde un lugar más seguro presenciaban los acontecimientos, cogieron piedras y lanzaron tal cantidad de ellas que acabaron moliendo a D. Quiñote y Pancho.
- ¿No decía mi señor que la gente de aquí era caballerosa? Ignoraba que también fuesen adoctrinados en el lanzamiento de piedras, porque para mi ver, que no han errado ni uno de sus lanzamientos.
* Calla Pancho. No debía de tratarse de gente de estos lares, que en cuestión de compostura merecen “Cum Laude”, sino que serían gentes de paso, o a lo sumo algún mago ha transformado a caballeros en bellacos.
Quiso D. Quiñote tomar algún manjar antes de acercarse al colegio y como la alforja y la bota flaqueaban, se dirigieron a lo que D. Quiñote dio en llamar venta.
- No es venta mi señor, sino lo que en estos tiempos llaman ’bar’.
* Venta o bar, a la postre, es lo mismo, con tal que nos faciliten algo con que entretener el estómago.
Una vez en el interior del recinto y ante la mirada atónita de cuantos clientes estaban en el mismo en aquel momento, D. Quiñote se dirigió al propietario.
* Señor ventero, tráiganos para yantar un trozo de queso, pan y una generosa jarra de vino.
Cuando lo solicitado estuvo sobre la mesa, D. Quiñote los bendijo, pues es costumbre que enseñan los libros de caballería, al proceder de tal forma.
* ¡Voto al Caballero del Verde Gabán! Aquí Pancho quieren envenenarnos.
- Atienda vuesa merced y no cometa imprudencias, que los tiempos han mutado y lo que hoy se conoce como queso, pan y vino, nada tiene que ver con aquellos alimentos que denominábamos de igual suerte, sino que la picaresca actual ha transformado de tal forma, con ánimo de enriquecerse, que los hace irreconocibles a los que como nosotros hemos comido de ambos.
* Razón no te falta Pancho, que no creo que el ventero tenga malas intenciones. Te prometo ingeriré algo, pero a la postre y otra vez en el campo, volcaré en mi estómago un poco de bálsamo de Fierabrás, que alivie los posibles estragos que estos alimentos me produzcan.
Cumplidas las necesidades vitales, pusieron rumbo al Colegio de La Salle.
* He aquí Pancho, la Universidad de que te hablé. En estas fechas se cumple el primer milenario.
- ¿Milenario dice vuesa merced? Centenario tengo entendido.
* No te percatas Pancho que te hablo en metáfora. (Así hablaban a veces los caballeros andantes). Bien se que es centenario, si te refieres al tiempo transcurrido desde su fundación hasta nuestros días, pero cuando me refería a milenario, pensaba en la multitud de sabiduría impartida desde estas aulas.
Quiero amigo Pancho que nos matriculemos ambos en este centro del saber, porque a los dos nos será de gran provecho.
Pienso antes adoctrinarte en lo elemental, para que no cometas imprudencias que denoten tu falta de conocimientos.
Ten en cuenta que es propósito de los alumnos el esforzarse en mejorar, tal como lo hicieron sus antepasados.
A pesar de que pueda haber entre sus profesores ideologías o tendencias divergentes, no por ello disminuye la calidad de la enseñanza, sino que están comprometidos en un fin supremo común, que es el de formar a quienes se ponen en sus manos.
No eches en el olvido que si han pasado 100 años y su ímpetu y empuje no han decaído, alguna fuerza poderosa debe ser la que protege a esta institución de las adversidades y asechanzas de los tiempos.
Para ti va a ser duro de asimilar, pero hoy día Pancho, las damas han estrado en las aulas y como me temo que a lo mejor tienes que compartir pupitre con alguna, espero de ti esmeres tus modales, tratando de demostrar que te encuentras más próximo a caballero que a villano.
Esmérate Pancho en todas las Ciencias y no eches en el olvido la práctica, más que la teoría, de dos que son tan importantes como cualquiera de las otras. Me refiero a la Conducta y la Urbanidad, que veo que cada vez se estudian con menos profundidad y que aquí siempre se practicaron y se vigilaron con celo.
No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanía.
Anda despacio; hable con reposo; pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala.
Come poco y cena más poco; que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.
Se templado en el beber, considerando que el vino demasiado, ni guarda secreto, ni cumple palabra.
Hechas estas consideraciones, espero Pancho, tengas en cuenta la importancia del paso que vamos a dar, porque mucho me temo que, producto de los conocimientos que aquí adquiramos, nos vayan a hacer inmortales y debemos esforzarnos en nuestro comportamiento, para que nuestra inmortalidad sirva de engrandecimiento del COLEGIO DE LA SALLE de Los Corrales de Buelna y de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que doctamente imparten entre la juventud conocimientos.
*Tal como te prometí, amigo Pancho, nos encontramos en el fértil Valle de Buelna, del que tantas maravillas se escriben en los libros de caballerías. En él se encuentra la famosa Universidad donde se forman gentes de aquestos reinos.
-Razón tiene vuesa merced, mi señor don Quiñote, pero oído tengo de mis antepasados que no es Universidad, sino el Colegio de La Salle el que por estos fueros imparte la sabiduría.
*Universidad digo, ¿o es que no es labor universitaria la de formar y transformar, por arte de magia, a labradores y ganaderos en sabios y hombres de buena fe?
Miles de alumnos han pasado por sus aulas y hoy son prestigiosos caballeros, que han aprovechado las enseñanzas aquí impartidas para pasar a ser hombres de Ciencias y Letras, que han extendido la fama de esta Universidad por todas partes.
- Dejando a un lado si de Universidad o Colegio de La Salle se trate, sí atina mi señor en lo de que a la fama le corresponde. Sabido de todos es el gran prestigio que han alcanzado sus alumnos en todo el mundo, tanto en labores artesanales, como científicas.
*Dirigían sus enseñanzas sabios, tanto seglares como clérigos. Eran los primeros los encargados de formar a los jóvenes en las ramas artesanales, mientras que los segundos, siendo como eran hombres versados en Ciencias y Latines, se encargaban de completar la labor de los anteriores con enseñanzas teóricas y prácticas, en distintas asignaturas, hasta conseguir entrambos, que el plebeyo sometido a sus artes, fuese a la postre considerado caballero.
- Ha nombrado mi señor la palabra caballero. Quisiera someterme a las duras pruebas de pasar por sus aulas para adquirir las enseñanzas propias; ya que si como vuesa merced me tiene prometida la Ínsula de Barataria, quizás encuentre aquí la sabiduría necesaria para tal fin.
* Dices bien amigo Pancho. Sabiduría te falta para tan gran empresa y quizás aquí consigas adquirir la necesaria, pero tiempo habrá amigo Pancho que, no por mucho madrugar alvea más temprano.
Te iba comentando la fama de sus alumnos en las artes y en las ciencias y he ignorado otras que les dieron tal fama, que fueron así como con las anteriores, la envidia de la región.
Eran, para que me entiendas Pancho, especie de combates o lides que tenían con otros ejércitos cercanos en distintos campos de batalla. En su lenguaje lo denominaban prácticas deportivas. En estas batallas, los alumnos de esta Universidad eran invencibles. Era tal su bravura que en desiguales batallas, ponían en entredicho a ejércitos más equipados que ellos, llegando a figurar sus hazañas en todos los libros de caballería.
- Temibles deben ser las gentes de aquestos pagos, según se expresa mi señor.
* Pancho, Pancho. ¡Cuán poco sabes de Caballería! ¿No te he dicho que eran gentes de estudio y oficio? Pues te diré que nunca jamás gentes con tales conocimientos pusieron su espada al servicio del mal, sino que al contrario de como piensas, todo su ardor y sabiduría, como buenos caballeros, lo usaron para desfacer entuertos.
En estas conversaciones iban caballero y escudero, cuando en llegados a un bello paraje lleno de frondosos árboles, que los lugareños llaman La Rasilla, descubrió don Quiñote un grupo de jubilados que, en holganza estaban sentados tomando el sol. No hizo más que verlos y balbuceando no se qué de gigantes y malandrines, picó espuelas a Cocinante y se abalanzó sobre ellos.
Quiso la fortuna que por aquellos pagos se jubilasen jóvenes y en viendo las intenciones de aquél esperpéntico personaje, pusieron pies en polvorosa. Pero como la fortuna es caprichosa, uno de ellos, en la desbandada, tuvo la mala suerte de dar de bruces en el suelo. Don Quiñote, una vez descabalgado de Cocinante le puso la espada en el pecho y dijo:
*¡Ah bellaco y malandrín!, encomienda tu alma a Dios, si no haces lo que te digo.
El hombre no salía de su asombro y siguió, más por conveniencia que por convicción, el juego de aquél a la postre su vencedor.
*Vete a visitar a mi señora Dulcinera y dila que te vencí en singular batalla. Hazla saber a la vez que, no hay Universidad mejor en el mundo que la que aquí denominan Colegio de La Salle.
No tardó en convencer de lo dicho a aquél jubilado ya que él era antiguo alumno, allí había estudiado su hijo y en la actualidad lo hacía su nieto, así que hizo promesa a D. Quiñote de visitar a Dulcinera y poner en su conocimiento las órdenes descritas.
Una vez que vio el derrotado, que aflojaba la presión de la espada de su pecho, salió corriendo y en uniéndose a sus compañeros, que desde un lugar más seguro presenciaban los acontecimientos, cogieron piedras y lanzaron tal cantidad de ellas que acabaron moliendo a D. Quiñote y Pancho.
- ¿No decía mi señor que la gente de aquí era caballerosa? Ignoraba que también fuesen adoctrinados en el lanzamiento de piedras, porque para mi ver, que no han errado ni uno de sus lanzamientos.
* Calla Pancho. No debía de tratarse de gente de estos lares, que en cuestión de compostura merecen “Cum Laude”, sino que serían gentes de paso, o a lo sumo algún mago ha transformado a caballeros en bellacos.
Quiso D. Quiñote tomar algún manjar antes de acercarse al colegio y como la alforja y la bota flaqueaban, se dirigieron a lo que D. Quiñote dio en llamar venta.
- No es venta mi señor, sino lo que en estos tiempos llaman ’bar’.
* Venta o bar, a la postre, es lo mismo, con tal que nos faciliten algo con que entretener el estómago.
Una vez en el interior del recinto y ante la mirada atónita de cuantos clientes estaban en el mismo en aquel momento, D. Quiñote se dirigió al propietario.
* Señor ventero, tráiganos para yantar un trozo de queso, pan y una generosa jarra de vino.
Cuando lo solicitado estuvo sobre la mesa, D. Quiñote los bendijo, pues es costumbre que enseñan los libros de caballería, al proceder de tal forma.
* ¡Voto al Caballero del Verde Gabán! Aquí Pancho quieren envenenarnos.
- Atienda vuesa merced y no cometa imprudencias, que los tiempos han mutado y lo que hoy se conoce como queso, pan y vino, nada tiene que ver con aquellos alimentos que denominábamos de igual suerte, sino que la picaresca actual ha transformado de tal forma, con ánimo de enriquecerse, que los hace irreconocibles a los que como nosotros hemos comido de ambos.
* Razón no te falta Pancho, que no creo que el ventero tenga malas intenciones. Te prometo ingeriré algo, pero a la postre y otra vez en el campo, volcaré en mi estómago un poco de bálsamo de Fierabrás, que alivie los posibles estragos que estos alimentos me produzcan.
Cumplidas las necesidades vitales, pusieron rumbo al Colegio de La Salle.
* He aquí Pancho, la Universidad de que te hablé. En estas fechas se cumple el primer milenario.
- ¿Milenario dice vuesa merced? Centenario tengo entendido.
* No te percatas Pancho que te hablo en metáfora. (Así hablaban a veces los caballeros andantes). Bien se que es centenario, si te refieres al tiempo transcurrido desde su fundación hasta nuestros días, pero cuando me refería a milenario, pensaba en la multitud de sabiduría impartida desde estas aulas.
Quiero amigo Pancho que nos matriculemos ambos en este centro del saber, porque a los dos nos será de gran provecho.
Pienso antes adoctrinarte en lo elemental, para que no cometas imprudencias que denoten tu falta de conocimientos.
Ten en cuenta que es propósito de los alumnos el esforzarse en mejorar, tal como lo hicieron sus antepasados.
A pesar de que pueda haber entre sus profesores ideologías o tendencias divergentes, no por ello disminuye la calidad de la enseñanza, sino que están comprometidos en un fin supremo común, que es el de formar a quienes se ponen en sus manos.
No eches en el olvido que si han pasado 100 años y su ímpetu y empuje no han decaído, alguna fuerza poderosa debe ser la que protege a esta institución de las adversidades y asechanzas de los tiempos.
Para ti va a ser duro de asimilar, pero hoy día Pancho, las damas han estrado en las aulas y como me temo que a lo mejor tienes que compartir pupitre con alguna, espero de ti esmeres tus modales, tratando de demostrar que te encuentras más próximo a caballero que a villano.
Esmérate Pancho en todas las Ciencias y no eches en el olvido la práctica, más que la teoría, de dos que son tan importantes como cualquiera de las otras. Me refiero a la Conducta y la Urbanidad, que veo que cada vez se estudian con menos profundidad y que aquí siempre se practicaron y se vigilaron con celo.
No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanía.
Anda despacio; hable con reposo; pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala.
Come poco y cena más poco; que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.
Se templado en el beber, considerando que el vino demasiado, ni guarda secreto, ni cumple palabra.
Hechas estas consideraciones, espero Pancho, tengas en cuenta la importancia del paso que vamos a dar, porque mucho me temo que, producto de los conocimientos que aquí adquiramos, nos vayan a hacer inmortales y debemos esforzarnos en nuestro comportamiento, para que nuestra inmortalidad sirva de engrandecimiento del COLEGIO DE LA SALLE de Los Corrales de Buelna y de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que doctamente imparten entre la juventud conocimientos.
Gracias por escribir sobre mi querido Colegio, donde me hice buen adulto de la mano de mis queridos Hnos de la Salle.
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