sábado, 18 de febrero de 2012

DECIR VALLE DE BUELNA ES DECIR "QUIJANO"

“José María Quijano Fernández-Hontoria falleció el día 10 de julio de 1911 en su casa natal de La Rasilla. Al entierro del fundador de las Forjas de Buelna asistió el pueblo entero, así como numerosas personas de otras comarcas y las primeras autoridades locales y provinciales”.

Así comienza lo acontecido en la segunda década del siglo pasado en el libro “Los Corrales de Buelna – Siglo XX” editado por este ayuntamiento en 2001. Al producirse el óbito del artífice del sector industrial en este municipio cántabro precisamente era alcalde uno de sus hijos, Gilberto Quijano de la Colina (algunos años después Conde de Torre Velarde), siendo entonces el censo de población de aproximadamente 3.000 habitantes.

Cuando este ilustre corraliego fundó las Forjas de Buelna en 1873 era abogado en Torrelavega, desplazándose diariamente desde Los Corrales de Buelna a esta ciudad en un carruaje tirado por dos jacas. Pertenecía a una familia acomodada de Los Corrales de Buelna de la que su padre, José Felipe de Quijano y Moncalián, también había ejercido de abogado en la Ciudad del Besaya, además de Alcalde, Diputado Provincial y Diputado a Cortes, entre otros cargos relevantes. Fue un jurista de gran prestigio “formando parte como individuo de número de la Academia de Leyes de Valladolid, donde explicó con gran lucimiento, primero, y de la Fernando VII, establecida en la Corte, más tarde”. Tuvo numerosos cargos honoríficos y el Ayuntamiento de Torrelavega, en sesión de 3 de noviembre de 1894, “acordó dar el nombre de José Felipe Quijano a la calle de esta villa que hasta entonces se denominaba Ancha”. Su padre, Antonio José de Quijano y de Hazas, lo mismo que su abuelo, habían sido Licenciados y Abogados de los Reales Consejos y Alcaldes de Los Corrales de Buelna.
Resulta evidente que con tan marcada tradición familiar en el estudio de las Leyes José María Quijano se sintió atraído por esta profesión. Aunque de su época de estudiante y en aras del necesario rigor histórico, procede en esta ocasión detenerse y aclarar lo que en su biografía se destaca como “los laureles de sus recientes triunfos universitarios”.
Nació en Los Corrales de Buelna el día 16 de julio de 1843, cursando estudios desde 1853 a 1859 en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Santander y obteniendo el título de Bachiller en Artes el día 29 de junio con la calificación de sobresaliente. Muy buenos comienzos como estudiante pero que no iban a tener continuación en esa línea. Dicho año de 1859 ingresa en la Universidad Literaria de Valladolid para estudiar Derecho Civil y Canónico, en la que permanece hasta el día 13 de junio de 1865, fecha en que solicita ser examinado en la Facultad de Derecho para el grado de licenciado, habiendo superado los distintos cursos cada uno de estos años con las notas mínimas (Bueno, mediano, aprobado…). Defendiendo el tema “¿La tentativa y el delito frustrado deben de castigarse con igual pena?”, fue examinado el día 14 del citado mes de junio, haciéndose constar al final del acta levantada por el tribunal examinador, cuyo secretario era Tomás de Lezcano Hernández, que “enseguida se procedió á votación secreta, y conforme al escrutinio hecho por el Señor Presidente resultó calificado con la nota de Reprobado”.
La legislación vigente permitía a los suspendidos volver a examinarse transcurridos cuatro meses, solicitando el día 28 de octubre José María Quijano al Rector de la Universidad someterse a nuevo examen. Este tuvo lugar el día 4 de noviembre de 1865, defendiendo el tema “Teoría de la renta de la tierra” y “…conforme al escrutinio hecho por el Señor Presidente resultó calificado con la nota de Aprobado”. El acto de investidura tuvo lugar el día 11 de noviembre y el título de Licenciado en Derecho Civil y Canónico fue expedido en Madrid por el Ministro de Fomento el día 2 de enero de 1866.
En el curso 1867 a 1868 estuvo matriculado en la Universidad Central de Madrid, donde cursó las asignaturas, Filosofía e Historia del Derecho, Derecho Internacional Público y Privado, y Legislación Comparada, alcanzando el doctorado el día 2 de junio de 1868.
Queda así claro a efectos biográficos que José María Quijano Fernández-Hontoria no fue un universitario brillante, lo que evidentemente no constituye demérito alguno para la impresionante gesta empresarial que llevó a cabo después tanto en Los Corrales de Buelna como en Santander. Amigo íntimo del escritor costumbrista de Polanco, José Mª de Pereda, fue senador en dos legislaturas y presidente de la Cámara de Comercio de Santander.

A pesar de pertenecer a la generación del 98, caracterizada por el pesimismo imperante en la sociedad española con la pérdida de las últimas colonias, este hidalgo montañés tuvo una clara visión de futuro y vocación europea, fundando a finales del siglo XIX una empresa de fabricación de puntas de acero en un medio rural que dio lugar a una profunda transformación social en el Valle de Buelna y de la propia comarca. Pronto inició la trefilería, produciendo alambres industriales de muy diferentes tipos que llegaron a tener con los años una aplicación en el mercado para más de tres mil artículos. En sus distintas fabricaciones, destinadas aproximadamente en su mitad a la exportación, tuvieron una gran demanda los cables de acero por su calidad, siendo muchos de ellos destinados a sectores muy exigentes en cuanto a seguridad por depender de este producto la vida de las personas.
En 1899 y junto con algunos amigos fundó en las inmediaciones de Santander (Isla del Óleo) la fábrica de Nueva Montaña, con un capital de diez millones de pesetas (cantidad exorbitante en aquellas fechas), Al año siguiente consiguió poner en funcionamiento un Alto Horno para tener garantizada la materia prima (La adquiría en las provincias limítrofes), convirtiéndose José María Quijano en pionero de la Siderurgia de Cantabria.
Ambas empresas, donde aplicó una protección social muy adelantada a aquella época, fueron en constante ampliación durante el siglo XX, dando trabajo a varias generaciones. En 1948 se fusionaron bajo la firma “Nueva Montaña Quijano, S.A.”, que se prolongó durante cuarenta años, logrando el título de Empresa Ejemplar en más de una ocasión.
En tan dilatada trayectoria industrial la factoría más antigua, Forjas de Buelna, que en octubre de 1968 alcanzaba su mayor plantilla de 3.872 trabajadores, ha vivido tres efemérides muy relevantes. En 1923 conmemoró el cincuentenario de su fundación editando un libro con la firma de todos los trabajadores, que a su vez dedicaron una placa conmemorativa al Consejo de Administración. En 1973 tuvo lugar su primer centenario, concediéndosele a la empresa por el Ministerio de Trabajo la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo con carácter colectivo. Y en 1998 celebró su 125 aniversario, contando los actos conmemorativos con la Presidencia de Honor del Rey de España. En ese momento su capacidad de producción de alambre era de 150.000 toneladas anuales, con una longitud de 40.000 kilómetros cada dos días, suficiente para dar la vuelta a la tierra.

En el año 1987 ambas factorías pasan a depender del grupo catalán CELSA (Compañía Española de Laminación, S.A), denominándose la de Nueva Montaña, “Global Steel Wire, S.A”., y la de Los Corrales de Buelna, “Trefilerías Quijano, S.A”. Las dos siguen con sus fabricaciones tradicionales; la primera el alambrón, y la segunda con la trefilería, habiendo incorporado en los últimos años a su producción un producto nuevo destinado al sector de la automoción, la estampación, cuyos alambres especiales y con altas exigencias de calidad pasan de los 30 milímetros de diámetro. Ambas también siguen destinando más de la mitad de sus respectivas fabricaciones a la exportación.
En estas fechas en que se cumple el centenario de la muerte del insigne cántabro José María Quijano Fernández-Hontoria, su figura se acrecienta con la magna obra industrial que puso en marcha en 1873 y en 1900, y que desde entonces camina ininterrumpidamente hacia el 150 aniversario, creando trabajo y riqueza; siendo una de las empresas básicas en la economía de Los Corrales de Buelna, de la comarca, de la Comunidad Autónoma de Cantabria, y de España.
Paulino Laguillo García-Bárcena.

domingo, 12 de febrero de 2012

CAMBIO DE EMPRESA

Tras más de 45 años de servicio dentro del mismo grupo empresarial, me he animado a cambiar de empresa.
Mi nueva empresa no me resulta extraña ya que metía horas extraordinarias en ella, cuando trabajaba en la anterior, así que no parto de cero, y voy a ocupar el importante cargo de Director General Consorte.
Se trata de una empresa pequeña, de ámbito familiar, que no cotiza en bolsa, y que su activo no se cuantifica en euros. En ella solamente existe el cariño (tan ausente hoy en día en nuestra sociedad) y el trabajo en equipo, en el que cada uno de sus miembros juega un papel importante dentro del organigrama. Se han establecido unas bases para todos, que priman de forma general y que son la solidaridad, y el amparo de los miembros más fuertes para con los más débiles.
De mis socios Laura, Alberto y Alejandro, espero todo y yo los voy a dar lo mejor de mí, para que la empresa continúe en expansión y siga dando beneficios por mucho tiempo, deseando también tener un período laboral tan extenso como en la anterior compañía.
También es cierto que esta no va a ser mi última empresa ya que con la experiencia adquirida, abrigo la intención de trabajar en otra entidad mucho más importante, en la que también tengo puestas grandes esperanzas ya que supone culminar mi vida laboral definitivamente. En ella se exige un examen de ingreso y yo dispongo del manual que nos entregó El Maestro, por lo que hace tiempo que me vengo preparando, para que el examen no me pille de sorpresa. De esta empresa también tengo muy buenas referencias, ya que está dirigida por El Gran Empresario. Espero aquí alcanzar algún día, el importante puesto de Funcionario Perpetuo, que culminaría todas mis expectativas laborales, aunque confío que dentro de mucho tiempo, porque ahora me encuentro muy feliz en la empresa privada.
Quiero, mientras tanto, aprovechar la ocasión para dar las gracias a todos los que han compartido mis vidas laborales, porque me han ayudado a mejorar profesionalmente y sobre todo como persona.
Como despedida os digo que podéis seguir contando conmigo, por lo menos, hasta que sea Funcionario Perpetuo, ya que en este importante puesto Estatal, mis múltiples y notables obligaciones me impedirán, muy a pesar mío, acudir a vuestra llamada.
Recibid un fuerte abrazo de vuestro ex compañero y sin embargo amigo.
José.

jueves, 2 de febrero de 2012

RECORDANDO A UN ILUSTRE CÁNTABRO

Cuando entran en su recta final los actos programados por la comisión para la conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, efeméride que contará con la Presidencia de Honor de los Reyes de España, procede y mucho hacer mención al protagonismo de un cántabro en aquellos hechos y época tan complicada como trascendental de la Historia de España.
Pedro Cevallos Guerra, ilustre político de las dos primeras décadas de siglo XIX, natural de San Felices de Buelna y que mereció la confianza de cuatro Reyes de España, con fecha de 5 de febrero de 1812 fue designado para el Consejo de Estado por la Comisión de las Cortes, que había retomado en enero de aquel año el acuerdo en tal sentido de diciembre anterior.
Aún habiendo pertenecido a gobiernos absolutistas como Primer Secretario de Estado y del Despacho (Primer Ministro), Pedro Cevallos Guerra era un jurista extraordinario (Cuando estaba finalizando la carrera de derecho en Valladolid ya suplía a los profesores en sus ausencias, pasando después a la Real Chancillería) y prueba evidente de su visión de futuro, como también que no detestaba en aquellos tiempos tan complicados y difíciles unas Leyes Fundamentales del Estado que aglutinara a todos los españoles, lo corrobora el hecho de que al fallecer entre los documentos hallados en las cuarenta y tres carpetas de su archivo particular había dos proyectos de Constitución, uno de 1823 (último año del Trienio Liberal) y un manuscrito con el epígrafe “Idea de una nueva Constitución para España”, posiblemente relativo a la Constitución de 1812”.
Para entonces (febrero de 1812) ya había pasado por el confinamiento en Bayona junto a Fernando VII, a quien mucho insistió el cántabro para que no acudiera allí por sospechar que era una trampa urdida por Napoleón Bonaparte para apresarle, como así resultó. En esos durísimos momentos Pedro Cevallos Guerra se enfrentó al emperador francés (entonces auténtico dominador de Europa), cara a cara, en defensa de su Rey y de España. Después lograría evadirse de Bayona aceptando un cargo en el gobierno de José Bonaparte para conseguirlo, cargo que abandonó a los pocos días. El día 1 de septiembre de 1808 comenzó a combatir al ambicioso y sanguinario emperador francés con su pluma, siendo publicada en esa fecha la primera de varias obras que escribió desde su inigualable patriotismo español, bajo el título “Exposición de los hechos y maquinaciones que han preparado la usurpación de la Corona de España y los medios que el Emperador de los Franceses ha puesto en obra para realizarla”. Nada más terminar la Guerra de la Independencia salió una edición en francés en el propio París, siendo también publicada en otros idiomas. En los duros momentos en que Napoleón creyó tener ya a España bajo su dominio, decretó que tanto Pedro Cevallos Guerra como el entonces valiente y patriota Obispo de Santander, Rafael Tomás Menéndez de Luarca, “Alli donde se les encuentre sean pasados por las armas”.
Además, este valiente cántabro embarcó a comienzos de 1809 con destino a Inglaterra, dado el notable desequilibrio de fuerzas en favor de Francia en los principios de la Guerra de la Independencia, consiguiendo con sus habilidades diplomáticas de aquel gobierno tanto un fuerte préstamo en dinero como el envío a España de armamento y uniformes. De 1814 a 1816 volvió a ocupar su mismo puesto anterior de primer Ministro de Estado, del que cesó por voluntad propia ante el quebramiento de su salud, aunque el monarca no se resignó a prescindir de sus servicios y le pidió que aceptase el cargo de embajador de España en Nápoles. En 1819 ejercía ese mismo cargo en Viena.
Político de altura donde los haya habido (hubiera brillado bastante más de no coincidir con una monarquía muy mediocre y momentos de los más aciagos de la Historia de España), no podía ser de otra forma el trato excelente que tuvo en todo momento para con su tierra y sus gentes. Si el 13 de diciembre de 1800 era nombrado por Carlos IV Primer Secretario de Estado y del Despacho Universal (Primer Ministro), sustituyendo en el mismo al ilustrado Mariano Luis de Urquijo, que venía desempeñándolo con carácter interino, el día 22 de enero de 1801 era declarada Santander capital de la Provincia Marítima, dejando de estar supeditada a Burgos en esta materia. Más adelante consiguió de Carlos IV la construcción del Camino de la Rioja desde Santander, cuyo reglamento elaboró él mismo. Igualmente, colaboró de forma muy activa en la prolongación del Camino Real por tierras de Castilla.
En el ejercicio de su cargo de Primer Ministro fue protector de algunos cántabros, consiguiendo para ellos el cargo de cónsules en otros países. Un caso digno de mencionar es el de Fernando de la Serna Santander, natural de Colindres y perteneciente a una familia noble de esta localidad cántabra. Hasta tal punto le apreciaba que estando en la Isla de León (Cádiz) refugiado con el gobierno legal de España, hizo un poder a su favor para que pudiera disponer de todos sus bienes en Madrid.
Venía siendo tónica habitual en los distintos Gobiernos de España que cuando cesaba en sus funciones el Primer Secretario de Estado y del Despacho (Primer Ministro), pasaba a sustituirle el oficial mayor de dicho departamento. Cuando fue sustituido Mariano Luis de Urquijo (que lo estaba con carácter de interinidad) este cargo le ocupaba José García de León y Pizarro. Al considerar truncadas sus viejas y muy anheladas aspiraciones de promoción ante el nombramiento de Pedro Cevallos Guerra e intuyendo que éste nombraría como oficial mayor a Fernando de la Serna Santander, pasó a combatir al nuevo ministro con escritos muy furibundos. Pero Cevallos, muy inteligente siempre y esperando mejor ocasión para su paisano, consiguió que se le nombrase el día 16 de marzo de 1801 Cónsul y Agente General en París con los honores de Comisario Ordenador de Guerra. Dos años más tarde (17 de agosto de 1803) sería distinguido con la “Cruz Supernumeraria de la Real Orden de Carlos 3º con pensión sobre los fondos de la misma”. Cuando Fernando de la Serna Santander escribía desde París a su jefe Pedro Cevallos Guerra para que en su nombre transmitiese al monarca español su más profundo agradecimiento por estas distinciones, añadía siempre en su oficio: “…y al mismo tiempo admita la sincera expresión de mi voluntad obligada siempre al favor de V.E. por el que no dudo deber á sola su influencia”. Pero la valía de este insigne cántabro no iba a quedar solamente en estos reconocimientos. A propuesta de las Cortes Generales con fecha de 20 de octubre de 1813 Fernando de la Serna fue designado por el por el Consejo de Regencia para que se encargase del “Despacho de la Secretaría de Estado”
A punto de finalizar el siglo XVIII brillaba en Santander por sus dotes pictóricas un joven llamado José Madrazo. El entonces Conde de Villafuertes, Procurador Síndico del Ayuntamiento de Santander y Prior del Real Consulado, Manuel Francisco de Cevallos Guerra, hermano del ministro Pedro Cevallos, era protector del joven que se proyectaba como el gran pintor neoclásico que llegó a ser. Desde sus cargos tan influyentes en Santander, y en este caso del de director de la Real Sociedad Cantábrica, le consiguió una beca para que pudiera estudiar junto al famoso pintor Jacques Louis David en París. Cuando el estudiante cántabro emprendió su viaje a la capital de Francia se alojó en Madrid en casa del entonces Consejero de Hacienda, Pedro Cevallos Guerra.
Tan ilustre ministro cántabro trató con personajes muy conocidos de la Guerra de la Independencia, como fueron el propio Napoleón Bonaparte; Pedro Velarde Santiyán, quizás con motivo de su nombramiento de secretario de la junta Superior de Artillería; y el mariscal Murat, Gran Duque de Berg, que ordenó disparar a la población de Madrid, legítimamente sublevada contra el invasor. Lo mismo que a Manuel Godoy, José I Bonaparte, Gravina, Goya, Madrazo, Agustina de Aragón…, así como reyes de otras naciones donde fue embajador. Uno de sus hechos notables a nivel internacional fue el de haber sido el autor de la declaración de guerra a Inglaterra el día 12 de diciembre de 1804. Sin explicación alguna ni motivo para ello, ya que eran tiempos de paz, cuatro fragatas inglesas habían atacado el día 5 de octubre en aguas del Cabo Santa María a otras cuatro españolas que regresaban de américa con mujeres y niños a bordo, además de cantidades muy elevadas en metálico. Una de las hundidas por el ataque fue la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”, debiendo devolverse ahora a España el cargamento de 14 toneladas de plata y oro que la empresa norteamericana cazatesoros “Odissey” recuperó hace unos años del pecio.
Pedro Cevallos Guerra gozó de la confianza plena de cuatro Reyes de España; de la Junta Central Suprema y Gubernativa y del Consejo de Regencia. Durante su dilatada vida política fue Primer Ministro de 1800 a 1808, desempeñando también dicho cargo finalizada la Guerra de la Independencia, de 1814 a 1816. Fue Consejero de Hacienda y embajador en varios países de Europa, además de Consejero de Estado durante décadas.
Tuvo las distinciones de Gentilhombre de Cámara con ejercicio, Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, Prócer del Reino, y la más alta concedida por el Rey de España: El Toisón de Oro.
Entre sus varios gestos de generosidad estuvo el legado de una fundación para la enseñanza de los niños pobres de San Felices de Buelna, la cual permaneció como tal durante más de un siglo.
Paulino Laguillo García-Bárcena