martes, 18 de noviembre de 2014

ABBA - CHIQUITITA

¿Quién no la conoce? ¿Alguno puede decir que jamás la ha tarareado?
‘Chiquitita’ fue presentada el 9 de enero de 1979 en el concierto ‘Música para la UNICEF’ ofrecido por varios artistas ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. ABBA donó los derechos del single, que inmediatamente alcanzó el número uno en todo del mundo. Todavía hoy el organismo recauda mucho dinero gracias a este tema.

jueves, 13 de noviembre de 2014

HISTORIA DE LA PEÑA “EL TARUMBO”

“De la romería vengo de San Juan de Los Corrales...”
Así cantaban los mozos hace muchos años, cuando las fiestas de San Juan eran un referente en el calendario festivo de nuestra región, cuando los trenes llegaban a La Rasilla llenos de gente de todos los rincones... Desde las Fraguas, desde Arenas, La Serna, Molledo, Silió, Bárcena, Pujayo, Pesquera, Reinosa... Desde Viérnoles, Torrelavega, Renedo..., también los “coches de línea” ayudaban a desembarcar en nuestro pueblo a los romeros de Selaya, Villacarriedo, Puente Viesgo, Aés o Torrelavega. Los automóviles eran escasos, pero también llegaba alguno, aunque no tantos como bicicletas con ciclistas endomingados que protegían sus pantalones de la grasa de la cadena con una pinza más o menos rudimentaria o artesanal. Y los que llegaban andando. Desde Coó, Barros, Santullán, San Mateo, San Andrés, Cieza, Collado, Lobao, Somahoz, Posajo o los diversos pueblos de San Felices, dispuestos a cruzar el viejo puente colgante que acortaba la distancia atravesando el Besaya por el disputado barrio de el Bardalón.
Todos llegaban para unirse a los vecinos en la celebración de las fiestas de San Juan, las fiestas de “Quijano”, puesto que era la fábrica (por antonomasia) la que corría con la organización y subvención de las fiestas.
El tiempo fue pasando. Y la fábrica dejó de ser “la fábrica” para convertirse en una empresa más entre las que iban surgiendo en Corrales. El viejo caballo blanco que recorría las calles recogiendo la basura fue sustituido por un flamante camión con aberturas laterales. El bueno de José Luis, “El Vasco”, se jubiló y su puesto lo ocuparon empleados municipales que no se esmeraban tanto en la limpieza de las cunetas (aún no había aceras, salvo en la zona de la Estación). Las fiestas salieron también del programa de actividades de la empresa, y de la Rasilla.
No obstante el listón estaba muy alto y hubo grupos de vecinos que siguieron organizando las fiestas de San Juan, aunque, por causas diversas, éstas fueron entrando en declive. En los años setenta del pasado siglo unas romerías cada vez menos concurridas intentaban seguir avivando los rescoldos de la antigua hoguera.
Murió Franco. Hubo elecciones y todos los vecinos pudieron expresar con claridad sus ideas, sin temor a la visita conminatoria de la Guardia Civil, aunque todavía se seguía controlando con detalle la actividad política del vecindario.
En Corrales había inquietudes. Unos las canalizaban a través de la militancia política, otros mediante la creación de revistas de vida efímera... Todos coincidían en “la ruta de los vinos” y en los actos de todo tipo que empezaban a proliferar.
A todos les unía el mismo anhelo: hacer vibrar el pueblo. Una vibración festiva, participativa, dinámica, que permitiera renacer una cultura adormecida o alejada de los ciudadanos hasta el momento.
Entre vaso y vaso, entre paseo y paseo, se intercambiaban ideas.
“Hay que recuperar las fiestas de San Juan”, decía uno, “Hay que despertar la cultura como instrumento para la libertad”, añadía otro, “Necesitamos una tertulia viva para poder expresar opiniones y lanzar sugerencias para el progreso del pueblo”, decía otro más, “¿Por qué no una asociación gastronómica, al estilo de las sociedades vascas?”.
“Vamos a unirnos para recuperar las fiestas, para despertar la cultura, para aportar sugerencias a nuestros ediles y para pasarlo bien con los amigos”, dijeron todos.
Así, en los locales de la antigua O.J.E. (Organización Juvenil Española) en La Pontanilla comenzamos a reunirnos en el otoño de 1980. Allí hacíamos propuestas para animar la fiesta: ¡Buenas orquestas!, atracciones, actuaciones, vaquillas, corridas de toros, pruebas deportivas, rallyes, actividades para los niños, homenajes a la tercera edad, ¿con reina y damas o sin ellas?, los fuegos artificiales que no falten, claro, ni la hoguera, ¡y pasacalles!, sí, con charangas.
¿Podremos con todo?, claro que sí. ¿Por qué no hacemos también una charanga?, pero... eso...¿cómo lo haremos...?
Ignacio se hizo con unas chufletas y comenzamos los ensayos. Tarareando canciones que escuchábamos en un viejo tocadiscos, desfilando por el viejo bar que aún presidía un retrato de José Antonio. Gele ponía toda su fuerza para soplar, Luis le daba al bombo, mientras Juanma repiqueteaba sus palillos en la piel del tambor. Manolo soplaba y los demás, tímidos aún, tarareábamos: “Si te ha pillao el toro...”
Después, en la barra de “la Pirenaica”, seguían los planes: “hace falta 800.000 pesetas para traer una plaza de toros portátil”, “hay que hacer una asociación para dar cobertura legal a las actividades...”, “¿Cómo la llamaremos...?”.
Será una sociedad cultural, deportiva, gastronómica y recreativa. “Mante” había leído “Peñas Arriba” y había seleccionado un fragmento que algunos habíamos pasado por alto, el del tío Tarumbo, el personaje perediano que vivía en una casa que se estaba cayendo día a día porque no tenía tiempo de arreglarla, ya que dedicaba todo su tiempo a ayudar a sus vecinos, que lo necesitaban más que él. “El Tarumbo”, no está mal, puede ser un buen nombre para lo que queremos; al fin y al cabo, lo que intentamos es ayudar a crear un ambiente nuevo en el pueblo, despertando el afán de participación y desterrando el “papanatismo”.
Ya estaba en marcha. Había que redactar los estatutos, lo haríamos rápidamente. Pero era necesario el visto bueno de la Guardia Civil para certificar la buena conducta de los promotores de la asociación. Aún había algún recelo y los papeles iban firmados por un comunista y un hedillista; los partidos eran legales, pero la situación política era lo suficientemente inestable como para permitir que un grupo de exaltados intentara dar un golpe de estado en febrero de 1981. Se pasó el trámite y la Peña “El Tarumbo”, la sociedad cultural, deportiva, gastronómica y recreativa Peña “El Tarumbo”, quedaba constituida legalmente. Ya podíamos echar a andar.
Y echamos a andar.
Conseguimos contar con un local bien situado, muy cercano al que hoy ocupamos, en la Avenida de la Condesa de las Forjas de Buelna, donde instalamos nuestra sede con muchísima ilusión y muy pocos medios, pero suficientes para poder empezar nuestras actividades.
Nos pusimos en contacto con el Ayuntamiento. Solicitábamos su apoyo para que nos permitiera organizar las fiestas de San Juan. Fue difícil conseguirlo. Los recelos eran muchos, lógicamente (alguna experiencia de promoción festera había terminado con las cuentas poco claras muy cerca de nuestro pueblo) y las negociaciones fueron largas y costosas.
Nosotros solo pretendíamos un aval del Ayuntamiento para poder contratar y realizar las gestiones necesarias para poner en marcha un ambicioso programa de fiestas. Habría toros, vaquillas, pasacalles con charangas, fuegos artificiales, conciertos, romerías, verbenas, actividades variadas en las asociaciones del pueblo, actividades deportivas, homenaje a los mayores... pero no habría ni un duro del Ayuntamiento que, eso sí, nos permitía editar un libro de fiestas en el que podíamos incluir toda la publicidad que fuéramos capaces de recoger por la comarca. Esa sería nuestra inicial fuente de financiación, esa y un aval bancario suscrito por los socios fundadores de la Peña por si las cosas no iban como estaba previsto. Así que nos pusimos a confeccionar el programa. Visitamos, uno a uno, todos los establecimientos comerciales del valle de Buelna y alrededores (bares, tiendas, garajes, fábricas, tiendas de deportes, librerías, heladerías, panaderías, clubs, bancos, cajas de ahorro...), todos recibieron nuestra visita ofreciendo un hueco en el programa a cambio de una aportación simbólica.
Las gestiones con los empresarios taurinos iban bien. Los feriantes se entendían con el concejal de turno con más o menos éxito, algunas asociaciones veían con recelo nuestra aparición en el mundo de los promotores de fiestas, pero no pasó nada. El Ayuntamiento no nos dio ni una peseta. Nos arriesgamos y salimos adelante.
En una de las charlas vespertinas, en “La Garita”, pensamos en la posibilidad de confeccionar un muñeco, como hacían en varias localidades del vecino País Vasco y de la Rioja, que representara todo lo negativo del año pasado: la envidia, el rencor, la maledicencia, la estupidez, el papanatismo... este muñeco podía llamarse tío Juanón y se podría colgar en lo alto del Ayuntamiento el día en que se iniciaran las fiestas con un chupinazo, a lo San Fermín, quemándolo el último día, entre los lamentos de los participantes por el fin de unas jornadas inolvidables, simbolizando así el fin de esa negatividad.
Ese fue el origen del tío Juanón, y no otro. El primer muñeco se hizo con unos viejos pantalones y una camisa que estaba colgada en un rincón del garaje de nuestra vieja casa. Sin presupuesto alguno, con los medios a nuestro alcance, Manolo fue, como siguió siendo durante varios años, el autor de los distintos Juanones, hasta que se optó por encargar a una empresa la confección del “ancestral muñeco”.
Las fechas volaban, no corrían, y los camiones con la plaza de toros portátil llegaron al prado elegido para su instalación (tras largas discusiones se consiguió el permiso para instalar la plaza y las atracciones en el prado anejo a la antigua casa de Segundo Polanco, frente al Atom 2000 y a la vieja gasolinera.
Allí estaban todos los miembros de la Peña, dispuestos a trabajar para montar la plaza, según las instrucciones de su dueño. Y se montó.
Las vaquillas estaban encargadas. Los artistas contratados. Todo estaba preparado. Teníamos los permisos pertinentes: los de la Seguridad Social del director de lidia, las autorizaciones gubernativas, las ambulancias contactadas... Solo nos faltaba contar con el tiempo.
Mientras tanto, desde diciembre, la charanga había ido tomando forma. Se habían visitado a otras charangas de la región y se habían elaborado los instrumentos: chufletas incrustadas en estructuras de latón que permitían aumentar el sonido aparentando ser bombardinos, trombones, trompetas o saxofones. Se habían comprado un bombo y unos platillos y seguíamos con el tambor. Las canciones sonaban y el repertorio era lo suficientemente amplio como para poder hacer un pasacalles de una hora sin problemas.
La pancarta se hallaba diseñada. Los trajes estaban cortados. La fiesta había llegado.
El trabajo fue enorme, la responsabilidad tremenda, la ilusión ... toda.
Hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes de todas las edades volvieron a ocupar las calles de nuestro pueblo. El campo de las fiestas estaba lleno a rebosar, las cafeterías y los bares agotaban sus existencias. La plaza de toros tenía que controlarse para evitar un exceso de entrada, siendo muchos los que se quedaban fuera sin poder asistir a las sueltas de vaquillas, pese a tener una capacidad para 3000 personas.
Las fiestas fueron un éxito, en todos los aspectos, incluso en el económico, puesto que obtuvimos un superávit que fue ofrecido al Ayuntamiento para la creación de un fondo de fiestas y actividades culturales.
La Peña había despegado y se mantenía en el aire... Empezaron a organizarse actividades de todo tipo: semanas de cine infantil, ciclos de conferencias en la recientemente habilitada Casa de Cultura, concursos de dibujo, jornadas de convivencia abiertas a todo el vecindario, la Magosta... y se iban preparando las fiestas del próximo año.
El número de socios iba creciendo; el local se quedaba pequeño y se empezó a pensar en uno de mayor capacidad. Para ayudar económicamente comenzó una recogida de vidrio por todo Corrales. La charanga tuvo parte importante en este apartado pues empezó a recibir llamadas para participar en las diferentes fiestas de Cantabria y de otras regiones, llamadas a las que acudía y recibía por ello alguna compensación económica que iba a engrosar las arcas de la Peña.
Las actividades fueron continuas durante años. Pero..., los duendes que nunca descansan para desunir sembraron su semilla entre algunos de nuestros vecinos. Comenzaron las habladurías, las “envidiucas”... La Peña, que no había recibido subvención alguna para desarrollar sus actividades a lo largo del año,” recibía” solamente como ayuda del Ayuntamiento lo que fuera capaz de recaudar por sí misma mediante la confección del programa de fiestas de San Juan. Esto le parecía inadmisible a algunos “dirigentes” de asociaciones que, entonces, recibían subvención para todas sus actividades: el trabajo desinteresado de los socios de la Peña “El Tarumbo” permitía obtener una cantidad digna, insuficiente aún para la inversión que la Peña realizaba, pero que avalaba el inicio de la fiesta. Durante años arriesgamos nuestros fondos para la realización de la fiesta, si bien es cierto, que con éxito generalmente, salvo aquél San Juan lluvioso en que los caballos de rejoneo bailaban solos en la plaza, con apenas cien personas en las gradas y el calor del lema acuñado en el momento “¡Aunque se moje, el Tarumbo no se encoge!”.
Así ha seguido siendo. Los objetivos que nos propusimos en aquel grupo inicial se han cumplido: En Corrales hay fiestas, no solo la de San Juan, sino también la esplendorosa de las Guerras Cántabras, con un movimiento asociativo fuerte y vivo, con vecinos dispuestos a participar tanto en sus fiestas como en su vida diaria. El pueblo ha recuperado el orgullo y la alegría de sus fiestas. El Tarumbo sigue ahí, pero ya no está solo, hay asociaciones de todo tipo que prosiguen su andadura. Es la hora de aunar esfuerzos y continuar por este camino, que no vuelva a ser necesario “refundar” una peña o una asociación con los mismos objetivos, porque éstos están ya alcanzados.
Antonio J. Santos Polanco. (Artículo publicado en las fiestas de San Juan del 2005)
Fuente: El Tarumbo