Junto a una playa de una isla de Ceylan, una comunidad de pescadores de perlas se prepara para una nueva temporada de trabajo, construyendo sus cabañas. Los hombres elijen a Zurga como su jefe.
Hasta ese lugar llega Nadir, antiguo amigo de Zurga, con quien éste recuerda el pasado y su común amor por una muchacha, a la que ambos habían dejado de lado para no comprometer su recíproca amistad.
Se acerca una embarcación en la que los ancianos de la aldea han ido a buscar a una doncella virgen cuyo canto, según las tradiciones, aplacará las eventuales iras del mar en las jornadas de trabajo venideras.
La joven elegida, además, habrá de alejarse de todo amor humano, siendo fiel a un estricto voto de castidad.
Pero a quien se ha traído es Leila, la misma mujer de quien Zurga y Nadir estuvieron enamorados.
Junto a las ruinas de un templo, Leila reposa después del retorno de las embarcaciones de los pescadores.
Allí se encuentra con el sacerdote Nourabad, a quien la muchacha cuenta que alguna vez arriesgó la vida para salvar a un fugitivo, quien, en recompensa, le regaló un collar.
Más tarde, junto a unas rocas, Leila se reúne con Nadir. Reviviendo el antiguo amor, éstos prometen juntarse en el mismo lugar todas las tardes.
Pero los amantes son sorprendidos por Nourabad, quien los lleva ante la aldea para denunciarlos. Allí Zurga reconoce a Leila y, cegado por los celos, en su calidad de jefe condena a muerte a la pareja por su traición.
Se desencadena una tempestad, que aterroriza a los pescadores, pues piensan que es producto de la ira del mar ofendido.
En la tienda de Zurga, Leila trata en vano de defender a Nadir.
Ante su inminente muerte, Leila entrega a Zurga su collar para que éste lo haga llegar a su madre.
Pero grande es la sorpresa de Zurga al reconocer la joya y con él a Leila, aquella muchacha que una vez le salvó la vida.
Las cosas toman otro curso, pues Zurga decide salvar a los amantes, haciéndolos huir.
Para distraer a la multitud expectante por el suplicio de los traidores, Zurga incendia la aldea.
Leila y Nadir logran escapar, pero Nourabad sorprende y condena a muerte a Zurga.
Será él quien será inmolado en una hoguera, que ya ha sido dispuesta para aplacar la ira de los dioses.
Hasta ese lugar llega Nadir, antiguo amigo de Zurga, con quien éste recuerda el pasado y su común amor por una muchacha, a la que ambos habían dejado de lado para no comprometer su recíproca amistad.
Se acerca una embarcación en la que los ancianos de la aldea han ido a buscar a una doncella virgen cuyo canto, según las tradiciones, aplacará las eventuales iras del mar en las jornadas de trabajo venideras.
La joven elegida, además, habrá de alejarse de todo amor humano, siendo fiel a un estricto voto de castidad.
Pero a quien se ha traído es Leila, la misma mujer de quien Zurga y Nadir estuvieron enamorados.
Junto a las ruinas de un templo, Leila reposa después del retorno de las embarcaciones de los pescadores.
Allí se encuentra con el sacerdote Nourabad, a quien la muchacha cuenta que alguna vez arriesgó la vida para salvar a un fugitivo, quien, en recompensa, le regaló un collar.
Más tarde, junto a unas rocas, Leila se reúne con Nadir. Reviviendo el antiguo amor, éstos prometen juntarse en el mismo lugar todas las tardes.
Pero los amantes son sorprendidos por Nourabad, quien los lleva ante la aldea para denunciarlos. Allí Zurga reconoce a Leila y, cegado por los celos, en su calidad de jefe condena a muerte a la pareja por su traición.
Se desencadena una tempestad, que aterroriza a los pescadores, pues piensan que es producto de la ira del mar ofendido.
En la tienda de Zurga, Leila trata en vano de defender a Nadir.
Ante su inminente muerte, Leila entrega a Zurga su collar para que éste lo haga llegar a su madre.
Pero grande es la sorpresa de Zurga al reconocer la joya y con él a Leila, aquella muchacha que una vez le salvó la vida.
Las cosas toman otro curso, pues Zurga decide salvar a los amantes, haciéndolos huir.
Para distraer a la multitud expectante por el suplicio de los traidores, Zurga incendia la aldea.
Leila y Nadir logran escapar, pero Nourabad sorprende y condena a muerte a Zurga.
Será él quien será inmolado en una hoguera, que ya ha sido dispuesta para aplacar la ira de los dioses.
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