jueves, 2 de febrero de 2012

RECORDANDO A UN ILUSTRE CÁNTABRO

Cuando entran en su recta final los actos programados por la comisión para la conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, efeméride que contará con la Presidencia de Honor de los Reyes de España, procede y mucho hacer mención al protagonismo de un cántabro en aquellos hechos y época tan complicada como trascendental de la Historia de España.
Pedro Cevallos Guerra, ilustre político de las dos primeras décadas de siglo XIX, natural de San Felices de Buelna y que mereció la confianza de cuatro Reyes de España, con fecha de 5 de febrero de 1812 fue designado para el Consejo de Estado por la Comisión de las Cortes, que había retomado en enero de aquel año el acuerdo en tal sentido de diciembre anterior.
Aún habiendo pertenecido a gobiernos absolutistas como Primer Secretario de Estado y del Despacho (Primer Ministro), Pedro Cevallos Guerra era un jurista extraordinario (Cuando estaba finalizando la carrera de derecho en Valladolid ya suplía a los profesores en sus ausencias, pasando después a la Real Chancillería) y prueba evidente de su visión de futuro, como también que no detestaba en aquellos tiempos tan complicados y difíciles unas Leyes Fundamentales del Estado que aglutinara a todos los españoles, lo corrobora el hecho de que al fallecer entre los documentos hallados en las cuarenta y tres carpetas de su archivo particular había dos proyectos de Constitución, uno de 1823 (último año del Trienio Liberal) y un manuscrito con el epígrafe “Idea de una nueva Constitución para España”, posiblemente relativo a la Constitución de 1812”.
Para entonces (febrero de 1812) ya había pasado por el confinamiento en Bayona junto a Fernando VII, a quien mucho insistió el cántabro para que no acudiera allí por sospechar que era una trampa urdida por Napoleón Bonaparte para apresarle, como así resultó. En esos durísimos momentos Pedro Cevallos Guerra se enfrentó al emperador francés (entonces auténtico dominador de Europa), cara a cara, en defensa de su Rey y de España. Después lograría evadirse de Bayona aceptando un cargo en el gobierno de José Bonaparte para conseguirlo, cargo que abandonó a los pocos días. El día 1 de septiembre de 1808 comenzó a combatir al ambicioso y sanguinario emperador francés con su pluma, siendo publicada en esa fecha la primera de varias obras que escribió desde su inigualable patriotismo español, bajo el título “Exposición de los hechos y maquinaciones que han preparado la usurpación de la Corona de España y los medios que el Emperador de los Franceses ha puesto en obra para realizarla”. Nada más terminar la Guerra de la Independencia salió una edición en francés en el propio París, siendo también publicada en otros idiomas. En los duros momentos en que Napoleón creyó tener ya a España bajo su dominio, decretó que tanto Pedro Cevallos Guerra como el entonces valiente y patriota Obispo de Santander, Rafael Tomás Menéndez de Luarca, “Alli donde se les encuentre sean pasados por las armas”.
Además, este valiente cántabro embarcó a comienzos de 1809 con destino a Inglaterra, dado el notable desequilibrio de fuerzas en favor de Francia en los principios de la Guerra de la Independencia, consiguiendo con sus habilidades diplomáticas de aquel gobierno tanto un fuerte préstamo en dinero como el envío a España de armamento y uniformes. De 1814 a 1816 volvió a ocupar su mismo puesto anterior de primer Ministro de Estado, del que cesó por voluntad propia ante el quebramiento de su salud, aunque el monarca no se resignó a prescindir de sus servicios y le pidió que aceptase el cargo de embajador de España en Nápoles. En 1819 ejercía ese mismo cargo en Viena.
Político de altura donde los haya habido (hubiera brillado bastante más de no coincidir con una monarquía muy mediocre y momentos de los más aciagos de la Historia de España), no podía ser de otra forma el trato excelente que tuvo en todo momento para con su tierra y sus gentes. Si el 13 de diciembre de 1800 era nombrado por Carlos IV Primer Secretario de Estado y del Despacho Universal (Primer Ministro), sustituyendo en el mismo al ilustrado Mariano Luis de Urquijo, que venía desempeñándolo con carácter interino, el día 22 de enero de 1801 era declarada Santander capital de la Provincia Marítima, dejando de estar supeditada a Burgos en esta materia. Más adelante consiguió de Carlos IV la construcción del Camino de la Rioja desde Santander, cuyo reglamento elaboró él mismo. Igualmente, colaboró de forma muy activa en la prolongación del Camino Real por tierras de Castilla.
En el ejercicio de su cargo de Primer Ministro fue protector de algunos cántabros, consiguiendo para ellos el cargo de cónsules en otros países. Un caso digno de mencionar es el de Fernando de la Serna Santander, natural de Colindres y perteneciente a una familia noble de esta localidad cántabra. Hasta tal punto le apreciaba que estando en la Isla de León (Cádiz) refugiado con el gobierno legal de España, hizo un poder a su favor para que pudiera disponer de todos sus bienes en Madrid.
Venía siendo tónica habitual en los distintos Gobiernos de España que cuando cesaba en sus funciones el Primer Secretario de Estado y del Despacho (Primer Ministro), pasaba a sustituirle el oficial mayor de dicho departamento. Cuando fue sustituido Mariano Luis de Urquijo (que lo estaba con carácter de interinidad) este cargo le ocupaba José García de León y Pizarro. Al considerar truncadas sus viejas y muy anheladas aspiraciones de promoción ante el nombramiento de Pedro Cevallos Guerra e intuyendo que éste nombraría como oficial mayor a Fernando de la Serna Santander, pasó a combatir al nuevo ministro con escritos muy furibundos. Pero Cevallos, muy inteligente siempre y esperando mejor ocasión para su paisano, consiguió que se le nombrase el día 16 de marzo de 1801 Cónsul y Agente General en París con los honores de Comisario Ordenador de Guerra. Dos años más tarde (17 de agosto de 1803) sería distinguido con la “Cruz Supernumeraria de la Real Orden de Carlos 3º con pensión sobre los fondos de la misma”. Cuando Fernando de la Serna Santander escribía desde París a su jefe Pedro Cevallos Guerra para que en su nombre transmitiese al monarca español su más profundo agradecimiento por estas distinciones, añadía siempre en su oficio: “…y al mismo tiempo admita la sincera expresión de mi voluntad obligada siempre al favor de V.E. por el que no dudo deber á sola su influencia”. Pero la valía de este insigne cántabro no iba a quedar solamente en estos reconocimientos. A propuesta de las Cortes Generales con fecha de 20 de octubre de 1813 Fernando de la Serna fue designado por el por el Consejo de Regencia para que se encargase del “Despacho de la Secretaría de Estado”
A punto de finalizar el siglo XVIII brillaba en Santander por sus dotes pictóricas un joven llamado José Madrazo. El entonces Conde de Villafuertes, Procurador Síndico del Ayuntamiento de Santander y Prior del Real Consulado, Manuel Francisco de Cevallos Guerra, hermano del ministro Pedro Cevallos, era protector del joven que se proyectaba como el gran pintor neoclásico que llegó a ser. Desde sus cargos tan influyentes en Santander, y en este caso del de director de la Real Sociedad Cantábrica, le consiguió una beca para que pudiera estudiar junto al famoso pintor Jacques Louis David en París. Cuando el estudiante cántabro emprendió su viaje a la capital de Francia se alojó en Madrid en casa del entonces Consejero de Hacienda, Pedro Cevallos Guerra.
Tan ilustre ministro cántabro trató con personajes muy conocidos de la Guerra de la Independencia, como fueron el propio Napoleón Bonaparte; Pedro Velarde Santiyán, quizás con motivo de su nombramiento de secretario de la junta Superior de Artillería; y el mariscal Murat, Gran Duque de Berg, que ordenó disparar a la población de Madrid, legítimamente sublevada contra el invasor. Lo mismo que a Manuel Godoy, José I Bonaparte, Gravina, Goya, Madrazo, Agustina de Aragón…, así como reyes de otras naciones donde fue embajador. Uno de sus hechos notables a nivel internacional fue el de haber sido el autor de la declaración de guerra a Inglaterra el día 12 de diciembre de 1804. Sin explicación alguna ni motivo para ello, ya que eran tiempos de paz, cuatro fragatas inglesas habían atacado el día 5 de octubre en aguas del Cabo Santa María a otras cuatro españolas que regresaban de américa con mujeres y niños a bordo, además de cantidades muy elevadas en metálico. Una de las hundidas por el ataque fue la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”, debiendo devolverse ahora a España el cargamento de 14 toneladas de plata y oro que la empresa norteamericana cazatesoros “Odissey” recuperó hace unos años del pecio.
Pedro Cevallos Guerra gozó de la confianza plena de cuatro Reyes de España; de la Junta Central Suprema y Gubernativa y del Consejo de Regencia. Durante su dilatada vida política fue Primer Ministro de 1800 a 1808, desempeñando también dicho cargo finalizada la Guerra de la Independencia, de 1814 a 1816. Fue Consejero de Hacienda y embajador en varios países de Europa, además de Consejero de Estado durante décadas.
Tuvo las distinciones de Gentilhombre de Cámara con ejercicio, Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, Prócer del Reino, y la más alta concedida por el Rey de España: El Toisón de Oro.
Entre sus varios gestos de generosidad estuvo el legado de una fundación para la enseñanza de los niños pobres de San Felices de Buelna, la cual permaneció como tal durante más de un siglo.
Paulino Laguillo García-Bárcena

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