miércoles, 24 de diciembre de 2008

LA MUJER DE RUBENS AL SOL (Pey Campuzano - 2007)

Agosto 2007

Finalizada su ponencia la Hermana recogió las transparencias. Suspiró, puesto que el coloquio había sido duro. No era fácil explicar a las novicias del Convento de Aguilar de Campoo lo relativo a las técnicas pedagógicas modernas, en especial lo concerniente a la educación sexual en la adolescencia. El inminente largo fin de semana, en la casa rural, reconfortaría a la eficiente profesora, que lo necesitaba de veras.
Fue la priora del Convento quien la recomendó que aprovechara aquellos cursos de verano para descansar y conocer la zona Cántabro-Palentina. Para ello la reservó habitación, para cinco días, en una muy “guapa” ( así la adjetivaban quienes la conocían ) casa rural cercana.
Cuando la entregaron la dirección y reserva, algo ocurrió que hizo enmudecer a la siempre expresiva y elocuente profesora. Esta actitud obligó a la Madre Superiora a preguntar, como si de una disculpa se tratara, si no era de su agrado la zona y la casa rural, a lo que la monja-profesora, después de un prolongado silencio, respondió con una amplia y generosa sonrisa que satisfizo plenamente a la ya casi anciana religiosa. No obstante la perspicaz madre, con el objeto de facilitar y asegurar una feliz estancia en la zona de la hermana, tras despedirse de ésta realizó una llamada telefónica a una persona que consideraba ideal para el presente caso.



Domingo 6 de Agosto de 2007

Una sonriente y transformada mujer ( motivada tal transformación debido al inusual, en ella, atuendo a la moda, deportivo e informal ) salió de la casa a las once en punto de la mañana. Aunque la casera atribuyó el óptimo estado de ánimo de la mujer ( recomendada por la Priora de Aguilar ) a la estupenda mañana, la sonrisa y especial alegría de la religiosa obedecía a un impulso muchas veces controlado pero que, esa mañana, tal vez fruto de algún extraño sueño, permitiría desarrollar a plenitud.

No hacía ni diez minutos que la Hermana había abandonado la casa cuando Don Felipe, el simpático y popular párroco de las iglesias del valle, se presentó en la misma para interesarse por la religiosa que, allí estaba hospedada.
El esposo de la propietaria indicó al sacerdote que aquella había salido hacía rato. Tras los saludos cordiales y comentarios habituales entre parroquianos, abandonó la bien restaurada entrada de la antigua casona de Los Hermanucos, reconvertida en Casa Rural desde el año 2004.
El cura aún tenía en su mente la inesperada conversación mantenida con la priora de las monjas ( con quien mantenía una fraternal y frecuente comunicación, habitual entre los religiosos de la zona ) cuando, con una ligera sonrisa, arrancó su todo-terreno y salió del aparcamiento de la casa rural.


A Dan, el inteligente pointer que ya no levantaba las codornices como antaño, no le extrañó que su dueño, ese mediodía, no lo llevara al habitual paseo. La razón, bien inculcada al blanco can, no era otra que la siguiente: si mi amo coge la cachaba de monte, me llevará de paseo, pero si no toma su palo, curvado en la empuñadura, el paseo tendrá una motivación social y mi presencia no será preceptiva. Normalmente el motivo no era otro que ir al Brujo a tomar el aperitivo con los amigos veraneantes.
Pero Carlos, el propietario del can, aquella mañana, por casualidades de la vida ( siempre las casualidades y nunca el destino ) no se dirigió a la tasca El Brujo, centro social de San Pedro del Valle. De forma espontánea, sin apenas acción voluntaria, sus pasos se encaminaron hacia la pista que atravesando el encinar, conducía al río y al pinar. Estas zonas les proporcionaban muchas alegrías micológicas a él y a sus amigos, pues se prodigaba el Boleto, el Níscalo y los diferentes hongos que tanto en primavera como en otoño abundaban en el verde valle.
No había aún llegado al río, que debido a la sequía era un simple arroyuelo ( solamente permitía el baño del Dan cuando se pringaba de barro, por los humedales próximos ) cuando unos reflejos surgidos del otro lado de la pared de la finca cercada, le advirtieron de algo extraño. A medida que avanzaba constató que el destello provenía del reflejo del sol sobre el techo de un automóvil. Cosa extraña y rara pensó, dado que los tractores agrícolas eran los únicos vehículos que por allí se podían contemplar. Al llegar a la entrada de la finca y ver el auto su inmediata conclusión fue: “un coche aquí medio escondido, detrás de la pared… solamente puede ser algún furtivo… a los corzos“. Fue al volverse, para ver el resto de la finca, cuando algo le hizo desechar totalmente su precipitada conclusión. La visión que, a sus ojos, se ofrecía parecía salida, pensó, de un cuadro de su pintor favorito: Rubens.
La mujer, generosa en carnes, yacía tumbada completamente desnuda, con la espalda sobre una toalla de playa encima de la agostada hierba; la cara - con los ojos, obviamente, cerrados - mirando al cruel sol del mediodía y una sonrisa en su boca ( eso creyó percibir el sorprendido “ voyeur ” ); las piernas ligeramente flexionadas y entreabiertas; sus pechos descansando sobre sus soportes naturales, dando el sol un brillo especial… diferente a sus prominentes pezones. Pero fue la exposición de su sexo al sol lo que hizo que Carlos se quedara absorto en la contemplación de aquélla Venus de Rubens que, de forma tan extraña, se le había aparecido.
Algo en su interior le dijo que aquello no era normal, pues de inmediato, tras guardar la imagen en su cerebro, salió de la finca en la que apenas había entrado y se encaminó hacía la pista que atravesando el río llegaba al pinar. Fue nada más tomar esa decisión y dirigir su mirada al camino, cuando algo se movió imperceptiblemente entre los matojos del recodo de la pista, pasado el rústico puente. Aunque no fue consciente de ello en su momento, su sexto sentido de experimentado cazador le indicó que aquello inconcreto que se escondió ( “eso era“, pensó, “algo se ocultó entre los matorrales y se perdió de vista“ ) era una persona… para ser exactos: un hombre; y lo confirmó una vez concentrado en recordar la fugaz visión. Con estas reflexiones dando vueltas en su cabeza, desanduvo el camino y regresó a la finca donde seguía la Rubensiana mujer gozando de las lujuriosas caricias del astro rey.
La re-visión, ya más objetiva, de la mujer, permitió al analítico cerebro del cazador y pescador ( pero notable industrial de Valladolid ) hacerse una composición de lugar y, en vez de regodearse con la contemplación del siempre sugestivo cuerpo femenino en semejante exposición, dedicarse a especular con las razones y motivaciones de tal espectáculo visual. Pero, dado que no era de caballeros el espiar a mujeres en íntima desnudez, consideró que era prudente desaparecer y continuar sus especulaciones detectivescas en su casa junto con su esposa y amigos.

Fue Teo ( por su edad más filósofo que micólogo ) quién esa tarde también compartió la confidencia de Carlos, en El Brujo, después de las especulaciones que, a cuatro bandas y sin fundamento alguno, se habían expuesto, durante la comida de un arroz con bogavante, en casa de Carlos y Mila. Lo hicieron sentados en un discreto rincón y ante unos vinos de la Ribera del Duero ( suministrados - a la peña que regentaba la taberna - por el generoso industrial-cazador-pescador Vallisoletano, pero de origen Burgalés ).
Pero Teo, una vez escuchado con atención el relato de la aventura mañanera de su ya entrañable amigo, nada dijo ni nada comentó. Simplemente, ante la insistencia del confidente a que se pronunciara, él, que sabía de todos y de todo lo que en le valle sucedía, simplemente dijo “Carlos amigo, siempre las cosas que, a simple vista, parecen muy complejas, son las que siempre tienen explicaciones sumamente sencillas“ y realizando una pausa concluyó “mañana iremos juntos a… espiar a la exuberante mujer de Rubens“.


Lunes 7 de Agosto de 2007

Teo y Carlos, cual comandos de élite de las fuerzas especiales, se deslizaron por el encinar de los boletos hasta tomar una posición que, ocultos a la visión desde la finca cercada, les permitiera observar lo que allí pudiera suceder aquella preciosa y tranquila mañana.
No tardaron en contemplar lo que a los ojos del inteligente Teo no era más que el cierre del círculo que, cuarenta años atrás, había visto abrir.
El auto de la mujer llegó lento y aparcó tal como Carlos lo había visto el día anterior. De él salió la mujer y desnudándose lentamente, como disfrutando con ello, se tumbó en su toalla y expuso su sexo al sol. Acto seguido el todo-terreno apareció por el otro extremo de la finca escondiéndose entre el robledal, de su interior salió el hombre ( perfectamente identificado por los circunstanciales espías) que, tras acercarse a la mujer, permaneció en muda expectación mientras se desnudaba con la misma delectación que antes la mujer había mostrado.

Teo y Carlos abandonaron el lugar, una vez los hermosos aunque maduros cuerpos se fundieron en apasionada y desinhibida copula, pero algo hizo a Carlos volverse y echar un último vistazo. La lejanía y la pared ya impedían una visión de los amantes, de modo que lo único que Carlos y Teo pudieron ver, desde donde se encontraban, eran unas claras ropas de mujer y unas obscuras ropas de hombre, colgadas con cuidado en las ramas bajas del popular milenario roble que lindaba la cercada finca… de los juegos de antaño.
Fue ya en El Brujo cuando Teo, ante el desconcierto de Carlos, consideró que también su amigo debía compartir la historia al completo, por ello…


Julio 1966

Los asustadizos corzos que pastaban la fresca hierba, esta aún conservando parte del rocío de la mañana, salieron como flechas del claro, donde habitualmente se alimentaban, cuando el griterío de la chavalería irrumpió en la proximidad de la finca firmemente cercada ( mediante bloques graníticos, que ofrecían a los habitantes del valle las generosas montañas cántabro-palentinas ).
Este entorno, colindante con el río de Valdelvalle, era utilizado todos los veranos como campo de juegos por toda la pléyade de críos y jovenzuelos (chicas y chicos, pequeños y ya casi muchachitos) que, hijos de los emigrados jóvenes del pueblo de San Pedro del Valle y alrededores, pasaban sus vacaciones en las casas de los abuelos. Dicha costumbre fue implantada desde la posguerra a raíz de los retornos de los familiares a sus zonas rurales de origen, donde, gracias a la fértil tierra de patatas, verduras, legumbres y a su variedad de animales domésticos y a la abundante caza, el hambre nunca fue una plaga para estos pueblos lindantes con las provincias de Palencia y Santander.
El ritual era el mismo, durante todas las vacaciones, para las pandillas organizadas por edades: comenzaba “recolectando” la fruta de los abundantes frutales de la zona, continuaba con los juegos en la finca cercada y concluía con un chapuzón - en La Pozona del río - y posterior secado de cuerpos al sol ( mientras daban cuenta del producto de la citada recolección ) antes de partir, cada cual hacia su casa, para la comida familiar diaria. Por las tardes, después de la obligada siesta, el proceso se repetía… y así hasta que algún día se rompía el mismo, bien por los desplazamientos familiares a los mercados de Aguilar de Campoo y Reinosa, o bien por las excursiones, organizadas por Don Rafael - el párroco del valle - a las capitales de Palencia, Burgos y Santander. Con todo ello la chavalería cumplimentaba su ciclo vacacional, rematando este cuando los padres, en disfrute de sus días de descanso estival, coincidían con sus padres y sus hijos en el hogar donde nacieron.


Primer Domingo de Agosto de 1966

Pero aquella mañana, para dos ( de los aprendices de adolescentes - de entre la casi veintena de chavales y chavalas - que llegaron a la finca cercada ) no sería una mañana cualquiera. Todo ello se desencadenó como siempre ocurre en los grandes momentos de la historia: por un cúmulo de casualidades que hacen que llamemos destino a lo que no es más que eso… casualidad.
Primera casualidad: fueron tal vez las ciruelas verdes, hábilmente “expropiadas” por Pipe ( Felipe para sus padres y abuelos ) en su visita mañanera a la huerta de Aquilino y Nieves, lo que originó la diarrea que obligó al jovenzuelo ( tras el correspondiente atracón de dicha fruta ) a “bajarse el pantalón“ con una frecuencia que se salía de la norma habitual de su ciclo digestivo. Dicho incidente corporal provocó que una involuntaria e incontrolada “fuga” intestinal manchara el bañador del chico y ello le obligara a utilizar su calzoncillo, clásico de la época con bragueta, como improvisado bañador aquélla mañana.
Segunda casualidad: todas las pandas ya estaban tumbadas al sol, pero casualmente esa mañana no fue dentro de la finca cercada, sino fuera de ella, en la agostada hierba del entorno de la poza-piscina de baños ( que en primavera y otoño suministraba deliciosas setas que proporcionaban a Teo – personaje carismático y popular de la zona – unos beneficios que paliaban los aprietos de su precaria pensión por enfermedad ), cuando un “apretón“ obligó al diarreico Pipe a salir disparado hacia el pinar donde, por tercera vez en aquélla mañana, procedería a un urgente alivio intestinal.
Tercera casualidad: una broma de sus amigas, sin malicia alguna pero con mala suerte, hizo que Fefa ( Josefa para todas las monjas del colegio de Valladolid ) cayera vestida con sus ropas de Domingo al río, lo que, además de la mojadura, hizo que su precioso vestido blanco se tiñese con el verdín de las piedras que frenaron su caída. Todo ello, agravado por el disgusto que produciría en su rígida madre, hizo que Fefa trabajase duro en la reparación de los daños. Como siempre fue una niña con recursos, no tuvo dificultad alguna para resolver tal problema: cualquier cosa antes de que su mamá se enterara del accidente ( grave este, en la conciencia de una niña que conocía las reacciones de su progenitora ante situaciones similares ).

No pudo llegar Pipe al lugar donde ya su circunstancial “perfume” era conocido, dado que otra “fuga incontrolada“ manchó el calzoncillo, lo cual creó un nuevo problema al muchachito: había que limpiar-lavar el calzoncillo en el río, lo que le obligaba a caminar… desnudo… hasta la poza próxima al lugar donde sus amigos tomaban el sol. Pero pensó que con sigilo nadie se percataría.
Finalizada la tarea en su bucólica letrina, Pipe salió del pinar y se encaminó hacia la finca cercada, ruta obligada para llegar al “lavadero”, cuando, antes de saltar la gruesa pared, vio colgadas sobre las ramas bajas del bien conocido viejo… viejísimo roble ( que remarcaba la linde de la finca ) unas ropas que anteriormente no estaban, por lo que supuso que acababan de ser expuestas al sol. Pero lo que llamó la atención y ruborizó al chaval no fue el precioso vestido blanco de alguna de sus amigas ( pues casi todas usaban uno similar los Domingos ) sino la visión de las braguitas blancas con puntillas que especialmente destacaban en aquél improvisado tendal. Ello hizo que su corazón palpitara a un ritmo superior al normal cuando saltó la pared. Fue al caer dentro de la finca, después del atlético salto, cuando el ritmo cardiaco de Pipe experimentó otro más que notable incremento frecuencial. Lo que sus ojos vieron al aterrizar en el prado lo dejaron cual estatua de sal e hizo que el calzoncillo, pendiente de lavado, casi se le deslizara al suelo.

La escena, adornada por los gritos y risas de las chicas y chicos que al otro lado de la pared continuaban tumbados al sol, se desarrolló sin que palabra alguna saliera de la boca de los protagonistas. Una Fefa, desnuda totalmente, con las piernas ligeramente flexionadas y entreabiertas, se exponía con una infantil lujuria a las caricias del fuerte sol del mediodía. Un Pipe, también completamente desnudo, que miraba con ojos atónitos, como pasmado, ora los incipientes pechos de la niña, ora el proyecto de monte de Venus que, moteado por un imperceptible bello, coronaba lo que a los ojos del chico representaba el sueño de todo hombre ( tan comentado en el colegio con sus amigos ): el sexo femenino… y en este caso en flagrante violación por el astro rey.
No había aún reaccionado el chico ante tal sorpresa, cuando Fefa se incorporó apoyándose en sus codos y, mirando a los ojos al muchacho, en tal postura quedó. La larga sombra del pequeño hombre cubría completamente a la niña, lo cual hacía que la mutua visión fuera perfecta. Ninguno de los dos sabría nunca cuanto duró aquélla escena, pero lo que nunca olvidarían sería el final de la misma.
Los ojos de ambos, sin pestañear, recorrían mutuamente los cuerpos, especialmente en aquéllas partes que el sol nunca bronceaba. Pero fue un gesto, sólo un gesto de Fefa, lo que desató el inicio del fin: la niña abrió y flexionó, al límite, sus piernas en una provocativa exposición sexual, lo que hizo que una inesperada y violenta erección se presentara en el miembro viril del alucinado Pipe. Ante tal respuesta a su, para ella involuntario, gesto, los ojos de la niña, ante tal visión, brillaron de forma especial al tiempo que toda su entrepierna adquiría una temperatura considerada, casi febril.
Los gritos de los chicos, reclamando a Pipe, hicieron que este volviera a saltar la pared en sentido inverso y desapareciera aquel día sin despedirse de sus amigos.

El resto del verano ya no fue el mismo para Fefa y Pipe. Aunque se espiaban a hurtadillas no volvieron a enfrentar sus miradas ( como en aquella mañana del, ya como gravado en piedra, Domingo ) ni palabra alguna intercambiaron.

Siempre quedaría para los sueños adolescentes de la pareja, el recuerdo de aquél verano que, por casualidades de la vida y circunstancias familiares, fue el último para ambos en San Pedro del Valle. Aunque no sólo Fefa y Pipe iban a compartir dicho recuerdo… alguien más también guardaría el secreto que ambos chicos conllevarían de por vida.


Bayona – Pontevedra - Agosto 2007



Notas:
- Relato escrito por PJM Campuzano, pero ideado, un Domingo - de Agosto del 2007 - en San Andrés de Valdelomar, por: Mila Elizondo & Carlos Fernández y Bego Martín & Pedro JM Campuzano.
- Las correcciones y mejora de estilo son de: Samuel H. Campuzano, Jean P. Campuzano y Alberto Centeno
- La sugerencia del cambio de nombre del pueblo y de los personajes, fue del Dan ( y este relato es también un homenaje póstumo para él ).
- La portada es un óleo original de Begoña Martín, pintado expresamente para este relato, cuyo título, por su obviedad, se omite.

5 comentarios:

  1. ¡ Coño ! Interesante relato y muy bien escrito. Es genial esto de navegar por internet, pues, de vez en cuando, te encuentras con escritores desconocidos que poseen una calidad que ya quisieran muchos de los "consagrados".
    Mi felicitación a este Sr o Sra ??? ( eso de Pey no sé si es masculino o femenino ) por su magnífico relato, donde, con ciertas dosis de infantil erotismo, nos traslada a situaciones que cualquiera podríamos haber vivido. He disfrutado un rato leyéndolo, gracias por ello al autor/a

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  2. Sr. Anónimo:
    Pues a ver si lee Ud, además del relato, las notas de crédito al final, donde se indica que el escritor se llama Pedro ( creo entender que el "alias" PEY debe ser un diminutivo-evolutivo de Pedro. Por lo demás coincido con Ud en sus comentarios, dado que después de ver este blog constato que hay curiosas e interesantes aportaciones literarias de este Sr y de otros muchos... ¿ Será esta la nueva narrativa y poesía española oculta en Internet?

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  3. Lo de Pey , viene de peito" antiguo componente del conjunto The Boys , ahora aprendiz de escritor , nunca es tarde...

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  4. Muy bonito el relato, coincido con los otros comentarios en eso de que muchas veces zapeando por internet te encuentras con sorpresas como estas. Por eso soy una adicta a internet, como me gusta mucho la literatura ahora puedo leer maravillas gratis. Comprar libros es caro para quienes tenemos limitadas posibilidades económicas.Además pagas muchas veces por libros que no valen nada y aquí en internent hay muy buena literatura de aficionados, como es el caso del escritor de este relato, que nada deben enviar a algunos escritores de best seller.
    Saludos desde California.

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  5. Qué más decir a lo que ya han dicho otras personas que, como a mi, les ha gustado tanto este relato del Club de los Poetas Vivos. Seguro que estos escritores, inspirados en la película " El Club de los Poetas Muertos " que firman este Club, de los Vivos, están haciendo más por la literartura que todas las campañas de los gobiernos para fomentar la lectura.
    Ya lo decía el filósofo: No esperes nunca malos actos de las personas que aman la lectura.
    Amen.

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