PAULINO LAGUILLO GARCÍA-BÁRCENA
MIEMBRO DEL CENTRO DE ESTUDIOS MONTAÑESES Y DE LA SOCIEDAD CÁNTABRA DE ESCRITORES
Caminando la fábrica Trefilerías Quijano, S.A. hacia su 150 Aniversario, organizada por el Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna tuvo lugar durante la mayor parte del mes de marzo de 2012 una exposición sobre esta centenaria empresa local, buque insignia de la industria de la comarca, basada en cierta recopilación de la muestra organizada en 1998 dentro de la conmemoración del 125 aniversario y con motivo del centenario del fallecimiento en 2011 de su fundador, el insigne hijo del municipio José Mª Quijano Fernández-Hontoria.
Hace catorce años la empresa que en 1873 cambió las formas de vida del Valle de Buelna para pasar de una economía de subsistencia, básicamente agrícola y ganadera, a otra industrial que dio lugar a un espectacular cambio socio-económico y progreso constante a largo de la centuria siguiente (siglo XX), conmemoraba su 125 Aniversario, auténtico hito histórico que tras la relevancia del cincuentenario (1923) y del primer centenario, concediéndosele la Medalla de Oro Colectiva al Mérito en el Trabajo (1973), contó con la presidencia de honor del Rey de España.
Es decir: se está a muy poco más de una década para que en 2023 la empresa decana de la industria cántabra alcance los 150 años de existencia, una aventura no exenta de avatares durante la cual no pocas de la región y de España se han quedado en el camino.
Hay un dato muy significativo y directamente relacionado con los manufacturados básicos de tan emblemática empresa local, que alcanzó su mayor cota de plantilla en octubre de 1968 con 3.872 trabajadores, y resaltado en el 125 aniversario, cual es que sus productos constituían la materia prima en la elaboración de más de cinco mil artículos del mercado, con innumerables aplicaciones dentro de los sectores principales de la actividad económica, tales como son los del automóvil, comunicaciones, electrodomésticos, construcción, agrícola, transportes, etc. Tampoco se queda a la zaga otro de vital importancia a nivel nacional y es que desde hace muchos años casi la mitad de su producción ha sido destinada a la exportación, porcentaje que ha pasado a ser del 70% con el producto base de la primera década y comienzos de la segunda del siglo XXI, la estampación, cada día más demandada en la Unión Europea, donde las exigencias de calidad constituyen un factor que prima notablemente sobre cualquier otro. No en vano Trefilerías Quijano, S.A. dispone desde hace casi cuatro lustros de las más altas acreditaciones de calidad de sus productos, como son las siguientes: Certificado de Calidad ISO-9002 (año 1995); ISO-14001 (año 2004); ISO-9001 (año 2008), de AENOR; Y 18001 (año 2007), de OHSAS.
Es muy consabido que José María Quijano fundó las Forjas de Buelna poniendo en funcionamiento en 1873 cuatro máquinas de puntas de acero, mediante la fuerza motriz de las ruedas de un viejo molino harinero y que fueron comercializadas siempre como “Puntas de París”. Para su fabricación precisaba la materia prima o alambre apropiado, lo que le llevó a crear una trefilería, instalando los primeros bancos de estire o laminado del alambre en un edificio antiguo que había sido fabrica de harinas. No pasaron muchos años (sobre 1880) cuando instalaría un tren de laminar comprado en Francia, consiguiendo así el alambre destinado a trefilar. Tampoco transcurrió demasiado tiempo para lograr que el alambre tuviera unas determinadas propiedades, montando instalaciones de galvanizar. Con ello y la fundación el día 4 de noviembre de 1899 de un Alto Horno en las inmediaciones de Santander (Nueva Montaña) con un capital social de diez millones de pesetas (Una cantidad muy elevada por aquel entonces) y siendo él socio mayoritario, nació la Siderurgia de Cantabria propiamente dicha.
Consabido es también que en el transcurso de la primera mitad de siglo XX fue incrementándose de forma notable y constante la actividad de las Forjas de Buelna, dando lugar a tres fábricas en distintos puntos del largo municipio de Los Corrales de Buelna y llegando a ser autosuficiente con talleres de reparaciones y mantenimiento propios que llegaron a construir la propia maquinaria de la empresa. En esta dinámica de alta especialización del personal se llegó a la fabricación de motores de explosión, inicialmente tractores de la marca “Lanz” y sin pasar mucho tiempo motores para la empresa FASA de Valladolid, destinados a los primeros automóviles en España de la firma Renault en los modelos “Dauphine”. A ellos siguieron los motores “Morris” para la firma inglesa “Brithis Leyland”, cuyas instalaciones pertenecen actualmente a la firma “Nissan Motor Ibérica, S.A.”. Tal grado de autosuficiencia llegó a alcanzar la empresa que hasta producía la energía eléctrica para su actividad.
Igualmente es muy recordado sobre todo por buena parte de los jubilados más antiguos de la sociedad corraliega que a lo largo de más de la mitad del siglo pasado esta empresa centenaria fabricó una amplia gama de productos muy demandados en el mercado, tales como alambres para todos los usos (entre ellas de espino), puntas, cables, enrejados, tachuelas, muelles, varillas, granalla, electrodos, atalazos, malla soldada…
CABLES DE ACERO
Los productos estrella en la larga vida de la inicialmente Forjas de Buelna; después S.A. José Mª Quijano (3 de diciembre de 1914); desde 1948 Nueva Montaña Quijano, S.A. (Fábrica de Forjas de Buelna); y a partir de 1987 hasta la actualidad Trefilerías Quijano, S.A., perteneciente al grupo siderúrgico catalán Compañía Española de Laminación, S.A. (CELSA) indudablemente han sido las puntas y los cables de acero, muy demandados en el mercado por su calidad y alta resistencia.
Entre ambos destacan por su importancia los cables de acero, dada la complejidad de su fabricación, alto coste y destino del producto. Respecto a este último punto cabe destacar que a lo largo de siete décadas la empresa fabricó muchos miles de toneladas para sectores muy importantes como la pesca, minería, industria, aviación, automóvil, comunicaciones (Telefónica), turismo, agricultura (Invernaderos), eléctricas, comunicaciones viarias (puentes en grandes autopistas) …En algunos de ellos con altísimas exigencias de calidad por tratarse de la seguridad de las personas (cables planos para jaulas de minas; los de teleféricos y los propios de ascensores urbanos). Entre las distintas fabricaciones alcanzó muy alta especialidad en el caso de las eslingas (Estrobos). Igualmente hay que precisar que los teleféricos además del cable principal incorporan otro de menor diámetro (unos 20 milímetros), denominado cable tractor por ser el que va sujeto a la cabina o vagoneta para moverla. En estos casos y máxime cuando se trata de personas el coeficiente de seguridad es ocho veces superior al peso transportado.
Entre las muchas toneladas de este producto que salieron de la empresa hubo cables muy especiales. Uno de estos era de acero inoxidable, servido al ejército con destino a minar puertos marítimos. Y otro considerado súper especial cuyo pedido abarcó dos años de fabricación trabajando los 365 días de cada uno de ellos. Se trató de un cable de aluminio (Alumovuel) para una central nuclear turca en el desfiladero del Bósforo y que suministra energía eléctrica a Estambul.
Los primeros ensayos de tan renombrado producto fabril corraliego tuvieron lugar en los últimos años de la segunda década del siglo pasado, acudiendo ya la empresa con un variado muestrario de tipos de cables de acero a la Exposición Universal de Barcelona de 1929. Entre los de mayor tamaño fabricados están el que en 1960 se destinaba al Teleférico de Solvay, de 52 milímetros de diámetro y considerado “el primero que se fabrica en España de este tipo y dimensiones”. Su destino fue el transporte en vagonetas de piedra caliza extraída en las canteras de Cuchía hasta la empresa radicada en Barreda. Pocos años después se fabricó el de Fuente Dé, sustituyéndose cuando pasó a disponer de una nueva cabina con capacidad para mayor número de personas por otro de 80 milímetros. Por aquella época se fabricaron también todos los de Sierra Nevada, corriendo a cargo de la empresa su reposición y mantenimiento hasta finales de siglo. Posteriormente el taller de cables fabricaría el de mayor diámetro de su historia, uno de diez centímetros de diámetro con destino a una mina de África (Fosfatos de Bucraá). Y en la última década del siglo los del puente modernista de Colindres (cordón postensado de 70 milímetros de diámetro y forrado con una capa de plástico de dos milímetros).
En 1960 y con la razón social “Nueva Montaña Quijano, S.A.”, sacó la firma dos catálogos de todos sus productos son una excelente presentación en aquella época. Uno de ellos abarcaba todas las fabricaciones en general y el otro era exclusivo de cables de acero, lo que pone de manifiesto su gran importancia entre los manufacturados. Abarcaba una muy amplia gama de cables con abundante información sobre sus características técnicas. En la década de los años noventa los técnicos del Taller de Cables, muy especializados en esta fabricación y con muchos años de experiencia, aprovecharon la implantación de la informática para sustituir completamente aquel catálogo general de cables por otro de estudio muy concienzudo que permitió conseguir unas características técnicas del producto más perfectas. Por tanto el catálogo anterior quedó obsoleto y dicho nuevo estudio abarcaba cientos de tipos de cables.
Algo que quizás ha pasado inadvertido en el Valle de Buelna es que el cable de Quijano ha estado presente durante muchos años en un accidente geográfico del mismo: el Río Besaya. No fueron pocas las veces sino miles las que algunos pasamos por el popular “Puente Colgante” que unía ambos municipios muy próximo al final o comienzo, según el sentido en que se transite, de la “Recta de la Agüera”.
La “Pasarela Provisional”, como así se denominaba, tenía dos largos y gruesos cables paralelos de los que pendían otros varios de menor diámetro, sujetando un pasillo que en sus laterales incorporaba algunos de poco diámetro y sobre los cuales estaba sujetada una tupida malla metálica como protección, siendo el piso a base de tablas de madera transversales. Estaba concebido como paso peatonal pero también se pasaba en bicicleta y hasta con motocicletas.
El famoso “Puente Colgante” fue destruido varias veces, las últimas avanzada la década de los años sesenta, por las tumultuosas aguas del Río Besaya, que llegaban a la altura de la pasarela consiguiendo arrastrarla dejándola inservible, lo mismo que aislando las sólidas bases de ambos extremos del puente y produciendo inundaciones en toda la zona de la Agüera donde hoy existen fábricas e impidiendo incluso la circulación por carretera.
En la década de los años setenta y debido sobre todo al “boom” automovilístico que comenzaba a darse por entonces, disminuyó muy notablemente el tránsito por tan característico paso elevado sobre el Río Besaya, lo que unido a su progresivo deterioro y falta de mantenimiento acarreó la desaparición del mismo.
Es de hacer constar que su instalación por la empresa fue debida a que el personal residente en San Felices de Buelna y que trabajaba en la fábrica de Lombera pudiera apearse del autobús en este punto para acortar una considerable distancia al dirigirse caminando hasta la misma, ya que el autobús no lo hacía.
A quienes la nostalgia les pueda llevar hasta el punto de que les gustaría verle en la actualidad, no dejará de ser una iniciativa muy plausible que los dos municipios que conforman el valle alcancen un acuerdo para su reconstrucción en el mismo lugar que existió durante aproximadamente dos décadas. Mientras tanto habrá que conformarse con ver uno idéntico sobre el Río Navia en la localidad asturiana de Villayón, construido a mediados del siglo pasado para que el general Franco pudiera pescar allí.