Vine al mundo un mes de enero lluvioso y frío, allá por los años cuarenta. Mi familia estaba harta de churumbeles revoltosos y hambrientos que no paraban de pedir…
Mi padre cada vez que nacía un chico lo celebraba cogiendo una borrachera y no apareciendo por casa hasta después de tres o cuatro días, eso para él era su demostración de cariño hacia mi madre...
Lo más curioso del caso es que, como nos inscribía en el registro del ayuntamiento con la cogorza a cuestas, los nombres que nos ponía sin consultar con mi madre eran tan increíbles y estrafalarios como lo era él.
A mi hermano mayor le llaman Apolinasio, quizá sacado del calendario como el santo del día. Este es un joven fuerte y tosco, muy introvertido con el que nunca pude tener una conversación de hermano. Se casó con una moza parecida a él, terca y trabajadora como una mula, que se fijó más en su musculatura que en su interior. Estaba interesada en que su futuro marido ayudara en los trabajos de la labranza, así complacía también a su padre.
Se conocieron en una romería de un pueblo vecino, supongo que ella alardeó de que tenía muchas vacas y mi hermano pensó que aseguraba su futuro si se casaba con ella, no pasó mucho tiempo, arreglaron el casorio a toda prisa y allí siguen rodeados de vacas, terneros cerdos y conejos. De momento no han tenido hijos, no se si porque no los desean o porque no pueden.
El segundo se llama Efrenciano. Este marchó a la “capi” con solo dieciséis años con un pequeño atillo que le preparó mi madre, una muda medio rota y unos ahorrillos para que no se muriera de hambre hasta que encontrara algún trabajo. Como es muy espabilado enseguida se colocó en un almacén, para transportar cajas. Está contento, sobre todo ahora que le han subido el sueldo y se compra ropa moderna. Cuando viene al pueblo se da una importancia… parece un nuevo rico, pero no es mal chico, incluso nos trae algún regalo.
El siguiente, nada tiene que ver con los anteriores. Rubio, casi pelirrojo, medio enano y sensiblero. No parece hermano nuestro porque nosotros somos morenos, altos y fuertes; pero por alguna razón que desconozco es el favorito de nuestra madre. A este, mi padre le puso de nombre Hermenegildo, quizá algo más normal, teniendo en cuenta lo pequeñajo que es, casi siempre se escaquea de los trabajos más pesados y rudos del campo. Se pasea ensimismado mirando la luna y las estrellas, aunque tampoco parece interesado por las mujeres.
Al fin llegó la chica. A esta si que le eligió el nombre nuestra madre. Se llama Godofreda, ¿qué os parece? bonito ¿verdad? Y sobre todo muy femenino…ya le vale a mi madre con el nombrecito…aunque mi hermana no se queja…dice que es poco frecuente y como que no le disgusta, sobre todo porque al chico que la ronda le hace gracia , yo desde luego no se la veo…pero hay gustos de todo tipo.
Solo queda el mío que tiene su gracia…sobre todo para mis enemigos…ME LLAMO COJONCIO… si, así como suena…con este nombre he ido por la vida… porque a mis hermanos les funcionan los diminutivos. “POLI”… “EFRÉN”…”GILDO”… a mi hermana…”FREDA”… pero para mi no han encontrado ninguno…Bueno sí…
Conocí a una chica que haciéndose la graciosa me llamaba “COJONCÍN” y desde luego a esta, casi la asesino…
Como dicen que salí el más “espavilao” mis padres aconsejados por el maestro del pueblo, decidieron lucirse conmigo dándome estudios, de lo cual estoy muy agradecido, todo hay que decirlo…quizá también para congraciarse conmigo por lo del nombre, (yo creo que tienen remordimientos de conciencia.) y no es para menos…
Volviendo al tema de los estudios, me enviaron a casa de unos tíos lejanos que no tenían hijos y vivían en Madrid.
Y qué os voy a contar, acostumbrado al campo y a los animales (incluida mi familia), Madrid me pareció algo sensacional. Me quedaba con la boca abierta mirando los edificios, los carteles de las películas, tan enormes…las cafeterías, la gente,.. Todo me llamaba la atención. Mis tíos me matricularon en la universidad, naturalmente con mi nombre…pero allí me “bautizaron como “el paleto” cosa que agradecí. Poco a poco fui desarrollando buena actitud hacia mis compañeros, y a los cuatro o cinco meses era uno más de la pandilla.
Como fui cogiendo confianza con ellos les rogué que me llamaran por un nombre normal. Me empleé a fondo, utilizando toda clase de argumentos hasta conseguir que me escucharan y lo entendieran.
Y entonces pasé a ser para los profesores señor Padilla, mi apellido, y para mis amigos y compañeros…simplemente Paco.
Mi bautizo estuvo regado de cerveza y bocadillos, por lo cual tuve que colaborar durante una temporada en el bar de la universidad sin cobrar un duro, pero mereció la pena.
Ya me consideraba una persona normal. A mis tíos les convencí para que me llamaran Paco y entendieron mis razones. –Pobre chico-- se dijeron Pepe y María convencidos que llamándome Paco iba a ser más feliz.
Y empecé a serlo, si, más feliz, entre otras cosas porque conocí a la chica de mis sueños… se llama Macarena, es de Sevilla alegre como unas castañuelas y me lanza miraditas…que yo recojo nervioso, y que no me atrevo a intimar con ella por no decirle la verdad sobre mi nombre…Lo entendéis ¿verdad?
Hoy hemos quedado para tomar una caña, y yo me hago el firme propósito de decírselo, de hoy no pasa, y me lo prometo a mi mismo porque no quiero engañarla, pero me quedo mirándola embelesado. No se si os he dicho que es preciosa… y tiene un cuerpo de infarto, y unos ojos alegres y risueños negros como el azabache, y unos morretes que no los puedo mirar sin sentir deseos de besárselos…
Y así están las cosas…que no arranco… y ella tiene un desparpajo que me desmonta al momento,
-- Que te quiero decir una cosa muy importante Macarena—
--Anda no te pongas trascendental me dice sonriendo, que aún somos muy jóvenes—
-- Y yo tartamudeo como si fuera tonto, sin atreverme a desembuchar. Y me recreo mirando su cara –
--Estás más bonita que un sol—la digo emocionado—
--¡Ay chiquillo que cosas dices! Me voy a ruborizar…--
--¿Y te pondrás más guapa todavía?—
-- Anda ya exagerao…que me lo voy a creer—y hace un mohín zalamero mirándome de cerca—
Yo me pongo serio y al fin la digo…--Macarena ¿quieres ser mi novia? Ella tarda unos segundos en contestar que a mi se me hacen eternos—
--Pensaba que no me lo ibas a pedir nunca…--responde mirándome a los ojos -
--Pero tengo que confesarte algo muy importante—
-- No será que tienes algún hijo por ahí…
--Calla loca, es que no me llamo Paco…
-- Mi nombre es… mi nombre es…--pero hombre de Dios suéltalo ya que me tienes en ascuas.
-- No te lo vas a creer, mi nombre es “COJONCIO”—solté de un tirón avergonzado y nervioso.-- Macarena se quedó callada y preguntó muy seria ¿es una broma?—
--Desgraciadamente no…dije bajando los ojos, con una voz angustiada--
Entonces la chica se echó a reír tan escandalosa mente que toda la gente que había en la cafetería se quedó mirándonos y se contagió de la risa de Macarena.
--Y eso te preocupa tanto? --Dijo cuando por fin pudo hablar,--
--A no ser que te empeñes en poner a nuestro hijo tu nombre.—puntualizó --
Nos casamos al terminar mi carrera de Ingeniería y ella la de Psicología, y os puedo asegurar que hemos sido muy felices. Tenemos dos hijos estupendos, Juan y Rocío. Esta última ya nos ha hecho abuelos. Al pequeñin le llamamos Alberto, y nada, que se nos cae la “baba” a todos mirándole.
Mis padres murieron y con mis hermanos tengo una relación telefónica cercana, aunque nos vemos poco por la distancia. Ellos viven en el norte y nosotros en Sevilla.
Os tengo que confesar que mi nombre pronunciado por Macarena suena mucho mejor…sobre todo si lo acompaña con un beso. Pero me sigue gustando más “Paco”…
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