El sábado, día 3 de marzo, se conmemoró en la Biblioteca Central de Santander el "Día de las Letras de Cantabria", en su primera edición.
Paulino Laguillo, en su condición de miembro del Centro de Estudios Montañeses y de la Sociedad Cántabra de Escritores, leyó en tan solemne acto (Asistió el presidente de Cantabria y el Consejero de Cultura, entre otras personalidades relevantes) lo que transcribo a continuación:
Tuvo D. Marcelino Menéndez y Pelayo entre sus buenos y destacados amigos a un ilustre cántabro de la segunda mitad del siglo XIX, D.Manuel Pérez-Marañón y Gómez-Acebo, brillante abogado y político residente en Madrid, donde también estaba por aquel entonces otro joven abogado cántabro, natural de Los Corrales de Buelna, que se perfilaba como un gran escritor cuando a los treinta y cuatro años de edad truncó su vida una grave enfermedad, ejerciendo su profesión de jurista ya en Santander.
D. Manuel González-Quijano Riaño, que así era su nombre, denominaba al Santuario de Nuestra Señora de las Caldas, al que defendió con toda pasión y fuerza ante el Gobierno de España por la prohibición de llevar a cabo enterramientos en el mismo, “El Covadonga de nuestras Montañas, nuestro Monserrat”. Al escribir en 1900 el religioso D. Pablo Reginaldo Conrat la historia de dicho santuario, decía que el joven buelnense se había “educado en la brillante escuela formada por el Eminentísimo Cardenal Sr. Ceferino González, quien le consideró en todas ocasiones como distinguido discípulo”.
D. Manuel Pérez-Marañón y Gómez-Acebo tenía buena amistad con D. Ceferino González Díaz de Tuñón, filósofo del siglo XIX, y conocedor de ello D. Marcelino Menéndez Pelayo le pidió que le consiguiera una entrevista con él. Tuvo lugar la misma en 1874 y se centró en un cambio de impresiones tendente a conocer el erudito y polígrafo santanderino sobre traducciones de los dialectos filipinos, ya que Fray Ceferino, dominico asturiano, había estado en el archipiélago deFilipinas casi veinte años y de 1871 a 1874 ocupó el cargo en Madrid de Procurador de la Provincia Dominicana de Filipinas.
D. Manuel Pérez-Marañón y Gómez-Acebo era un gran valedor y a la vez corresponsal de sus buenos amigos de La Montaña en la capital de España, entre ellos D. José Mª Pereda y D. Marcelino Menéndez Pelayo, que en una de sus cartas intercambiadas con aquel le decía lo siguiente:
Madrid, 7 de mayo de 1898
Mi muy querido amigo y paisano: Permíteme que te moleste, para que me saques de un atolladero en el que me encuentro por primera vez en mi vida. Me citan como Jurado, para una porción de días que comienzan el 16 de mayo y acaban el 4 de julio. ¡Hazte cargo de mi tribulación! Ya comprenderás que estoy resuelto a no ser Jurado, aunque tenga que pagar las multas consiguientes; pero como éstas sumarían un pico respetable siempre, y más en estos infelices tiempos, recurro a tu buena amistad y experiencia jurídica, para que me indiques qué medios legales puedo emplear para eximirme de esta carga estúpida, para renunciar a este precioso derecho del ciudadano, o, más bien, para sustraerme a esta abominable tiranía que, como tantas otras, nos ha traído el partido liberal. ¿Puede uno eximirse presentando un certificado de enfermedad? ¿Puede hacerse uno recusar? ¿Qué hay que hacer para esto? ¿Hay que asistir en persona a ese antro de las Salesas? Yo no sé palabra de estas cosas y la horrible perspectiva del Jurado me alarma tanto más cuanto que, precisamente este año, por adelantarse los exámenes, soñaba yo con la idea de irme a Santander en los primeros días del mes que viene. ¡Sálvame de este abismo! Te lo pide muy encarecidamente tu mejor amigo,
M. Menéndez y Pelayo