miércoles, 24 de junio de 2009

EL TIOVIVO DE AGUSTÍN

Agustín Ruiz Pérez, es un corraliego que por motivos profesionales se haya ubicado en la capital del reino, aunque tanto él, como su esposa Marga Cabrero, no olvidan sus orígenes.
Nos deja esta obra, donde se rezuman los principios que, nuestros mayores, nos introdujeron a la mayoría de los habitantes de este valle.
La obra, que forma parte de El Naufrago de Agustín, dice así:

EL TIOVIVO ........................ DE AGUSTÍN
Levantar la vista
Aplicar el Gerundio
la Técnica del Martillo Pilón y
Cooperar
(un Ciclo de Mejora Continua en argot o..... la Semántica cómo Herramienta de Gestión)
Planificar, Controlar y Mejorar ........... Si le hubiese contado a mi abuelo que ese era el método que un insigne ingeniero americano proponía para acometer la mejora continua de la calidad en las empresas, probablemente, me habría mirado con una expresión curiosa y un tanto escéptica.
Si además le hubiese dicho que aplicando ese método (u otros parecidos, pero siempre soportados en las mismas ideas básicas) y una serie de “herramientas de gestión” (esto, muy probablemente, también hubiese necesitado explicación) muchas empresas, japonesas, primero, y americanas y europeas después han conseguido una mejora tal en la productividad y en la calidad de sus productos y servicios, que les ha permitido modificar su estatus pasando a ocupar una posición de liderazgo en el mercado, muy probablemente, la expresión de su cara ahondaría en el escepticismo y trocaría la curiosidad por una mueca displicente.
Si hubiese continuado diciéndole que el insigne ingeniero en cuestión bautizó el método con el nombre de “Trilogía de Juran”, registrando su propiedad y que ello, junto a otras cosas al hilo, le proporcionó mucha fama y dinero, ¡seguro! que sin poder resistir más y después de un breve momento de reflexión me habría contestado:
.........Planificar, Controlar y Mejorar....no esta mal hombre, no esta mal, pero a esas ideas, en mi pueblo, las clasificarían como de"perogrullo", ya sabes, aquel que “a la mano cerrada le llamaba puño”.
Una pequeña pausa para tomar aire y decir a continuación:
....Planificar, Controlar y Mejorar.....se habrá esforzado mucho, el señor ese, para discurrirlo , seguro que “se ha quedado calvo por detrás de las orejas”.
Y , dado que una vez cogido el ritmo era muy difícil pararlo, cada vez más animado, hubiese continuado diciendo:
.....Y bautizado, ¡si señor!, como buen cristiano,, “Trilogía de Juran”.....
¡Dios mío! ..lo que es capaz de inventar la gente con tal de no trabajar.
Después de ello, seguramente, a mi no me habrían quedado fuerzas para continuar explicándole que el pionero en ese campo fue otro no menos insigne americano llamado Deming, estadístico de profesión, que fue uno de los artífices del salto cualitativo experimentado por la industria japonesa a partir de los años 50, y que desarrolló un ciclo de mejora continua universalmente aplicado y conocido como ciclo PDCA (Planificar, Desarrollar, Controlar y Mejorar).
Esto, probablemente, hubiese sido superior a sus fuerzas abortando con ello todas las esperanzas que tenía depositadas en que su nieto fuese “un hombre de provecho” y “estudiase una carrera que le permitiese desarrollar un trabajo como Dios manda”.
Y eso hablando del PDCA y de la “Trilogía de Juran”, anda que si le cuento lo del “Tiovivo”........
Perdónenme, estaba pensando en voz alta. Ahora mismo intento explicarles a que viene todo lo anterior.
Durante los últimos años he desarrollado mi labor profesional, en el campo de la gestión de calidad, en Renfe y más concretamente en la Unidad de Negocio de Cercanías.. He tenido oportunidad con ello de conocer y aplicar las aportaciones que a este campo han hecho, Juran, Deming y otra serie de “gurús” que no voy a mencionar por no hacer extensiva la lista. Entre todos se han hecho numerosas aportaciones que han contribuido, ( contribuyen y, estoy seguro, seguirán contribuyendo) de un modo espectacular a la mejora en la gestión de la empresas y organizaciones de todo tipo. Ideas, todas ellas, aparentemente, muy sencillas que sin embargo encierran un enorme potencial.
.............Lo siento, no puedo dejar de pensar en ello. He pecado de injusto y lo que les he dicho ¡no es cierto!. Mi abuelo era una persona inteligente y capaz de comprender que las ideas expuestas podían ser sencillas pero en modo alguno simplistas o irrelevantes. Hubiese sido capaz de comprender, porque lo aplicaba diariamente, que son las ideas las que hacen que el mundo se mueva y avance continuamente en el camino del progreso y la mejora y que la sencillez es una característica que comparten todas aquellas que se muestran como más relevantes.
Sencillas, de gran relevancia, si, pero concebidas y expresadas originalmente , prácticamente todas ellas, en inglés, lo que implica la necesidad de una cierta transformación. Hemos de acudir a la traducción o asumir el término literalmente e incorporarlo a nuestro vocabulario( Cuantos términos de ese tipo hemos incorporado ya al lenguaje de gestión.....,”management”, “reingeniering”, “soft” “hard”,”target”, “front line”, “benchmarking”, “coaching”, etc.....).
Ambas opciones entrañan un riesgo. Por un lado la traducción es difícil que sea capaz de transmitir, íntegramente, el mensaje (siempre habrá palabras o expresiones difíciles de traducir y la utilización de otra “parecida” o “asimilada” puede desvirtuar su sentido) y por otro la integración de un término “extraño” en el mismo puede provocar desapego emocional y cierto rechazo.
(Como ejemplo para ilustrar como, en algunos casos, estos riesgos se convierten en hechos consumados podemos citar la “traducción”, inglés a español, de libros técnicos que se realiza(ba) en algunos países de Hispanoamérica o cómo los empleados de una empresa, que estaban aplicando planes de muestreo para la aceptación, o no, de lotes de productos, asignaron al A.Q.L. (Average Quality Limit) un nuevo significado, más acorde al vocabulario nativo transformando el “AQueLe” en “Al Cuele”)
En ambos casos corremos el riesgo de no conseguir el resultado que buscamos. Entender correctamente el mensaje o la idea que se nos transmite es premisa fundamental para lograr su optima implantación.
Un mal entendimiento puede provocar efectos irreparables.
(Ese genial dibujante que es Quino, reflejaba este hecho en una viñeta que he tenido oportunidad de contemplar recientemente
La historia contaba, en dibujos, naturalmente, como una pareja se conoce en un museo, entabla conversación, de arte, naturalmente, y comprueban que son almas gemelas. Las horas transcurren, sin apenas darse cuenta, en animada charla y la hora de cierre del museo les sorprende, dejándoles multitud de temas por tratar, preguntas por hacerse, curiosidades por descubrir.....Quedan en verse en días posteriores y eligen, naturalmente, el lugar (un café) en consonancia con su pasión (la pintura) compartida.
¡Nunca más volvieron a verse! y lo que es más doloroso, ¡nunca supieron por qué!.
No sólo hablaban, “sentían” el mismo idioma y ¡ninguno de los dos faltó a su compromiso!. Fue “simplemente” un mal entendimiento. Ella fue, naturalmente, al café “La Gioconda” y él fue , naturalmente, al café “La Monna Lisa” .
Esto me recuerda, nuevamente, la escena del principio..“..Ideas de perogrullo...” “...se habrá quedado calvo........” esas expresiones, si se ajustan a la realidad.
Mi abuelo no habría renunciado nunca a explicar sus puntos de vista apelando a expresiones coloquiales aprendidas de su entorno, familiar, laboral, etc.. que formaban parte de su cultura y que eran (y son) capaces de transmitir algo más que la suma de los significados literales de todas las palabras que componen las frases. Expresiones acuñadas a través de los tiempos y que llevan aparejadas retazos de la historia de los pueblos. Expresiones cuyo significado cambia dependiendo del gesto, la entonación, la puntuación, etc...que le acompañe, sin necesidad de cambiar en nada el literal. Expresiones en suma que son capaces de transmitir “lo que se dice” y “lo que se quiere decir”.
Todos los pueblos las tienen y todas las personas entienden y utilizan las suyas.
Luego.........,y ya no sólo pensaba en voz alta, ahora incluso mantenía un diálogo conmigo mismo....
-Si el entendimiento pleno del mensaje o idea a transmitir es condición “sine qua non” para su correcta puesta en práctica y si un mal entendimiento puede provocar daños irreparables....., ¿no estaremos asumiendo un riesgo excesivo al utilizar un lenguaje, “traducido”, “adaptado” o “integrado”?
-No se si excesivo, dependerá de los casos a considerar, pero un cierto riesgo se asume siempre.
Y por qué tenemos que asumirlo, ¿no existe alguna otra opción para transmitir mensajes o ideas en el campo de la gestión de empresas que utilizar ese lenguaje que hemos llamado “traducido” “adaptado” o “integrado”?
-Ciertamente, parece que no. La tendencia apunta a la utilización de expresiones en las que cada vez abunden más términos literales en inglés.
-Si todos los pueblos tienen expresiones coloquiales que transmiten, inequívocamente y de modo gráfico, actitudes, comportamientos y formas de actuar ...........¿no podríamos construir un lenguaje de gestión propio con esas expresiones que optimizase su entendimiento a la vez que procurase un cierto sentimiento afectivo con el mensaje o la idea a transmitir?
- ...............¿Y por qué no?
Así comenzó todo. Así comenzó a gestarse “El Tiovivo .....de Agustín” un ciclo de mejora continua en argot que se compone de cuatro pasos: “Levantar la vista”, “Aplicar el Gerundio”, “la Técnica del Martillo Pilón” y “Cooperar” y que paso a exponerles a continuación.
Les contaré en que consisten cada uno de estos cuatro pasos que componen el ciclo para analizar, posteriormente el nombre y el ¿por qué? de su elección.
Empecemos entonces por el comienzo del ciclo de mejora. Empecemos por....

“Levantar la Vista”

Levanta la cabeza, no mires al suelo me repetían constantemente. de niño. En ese caso me decían (casi) lo mismo que me querían decir, que caminase erguido , con la frente alta y mirando al frente.
Levanta la vista, no mires solamente al coche que va inmediatamente por delante tuyo, amplia el campo de visión a unos cuantos coches más adelante, me decían cuando estaba sacando el carnet de conducir.
El mensaje que me transmitían aquí era ya mucho más amplio que la simple traducción literal. El ampliar el campo de visión te va a permitir atisbar el futuro (más o menos inmediato), aportándote una información vital para planificar la mejor actuación desde un punto de vista global, proporcionándote a la vez un tiempo extra cara a la actuación ante posibles contingencias imprevistas.
Todo esto no me lo dijeron así y yo en ese momento entendí poco más de aquello que me decían. Ha sido posteriormente cuando, a base de muchos errores experimentados en propia carne, he comprendido lo importante que resulta “caminar erguido, levantando la vista”, atisbando ( o intentando atisbar) el futuro, intentando ampliar el campo de visión, introduciendo no sólo las variables inmediatas sino también aquellas que nos rodean sean de ámbito espacial o temporal y que de algún modo nos puedan afectar.
"Levantar la vista" para contemplar como un todo la distinta valoración que otorgarán a nuestras actuaciones los distintos grupos de personas ( directa o indirectamente relacionadas con nuestro negocio; consumidores o no de nuestro producto o servicio) con los que necesariamente hemos de convivir. Todos ellos tendrán incidencia en nuestro negocio y por tanto a todos debemos considerarlo. Hemos de pensar que es necesario, recurriendo al símil cinematográfico, obtener el reconocimiento (conjunto, ¡siempre! conjunto) de “crítica” y “público” .(Bueno, no quiero ser drástico, intenten !siempre! obtener el reconocimiento conjunto, pero..............si alguna vez tienen que elegir ............. elijan ¡sin lugar a dudas! al público!)
“Levantar la vista” para construir un escenario que nos permita adoptar decisiones que añadan a todas las consideraciones propias del presente, la variable espacial y temporal futura no sólo nuestra sino también del entorno que nos rodea y que nos aporten un tiempo extra a la hora de actuar ante contingencias imprevistas.
“Levantar la vista” a la hora de planificar qué vamos a hacer y cómo vamos a hacerlo.
Por tanto, en el inicio de todo proceso de mejora, sea la implantación de un sistema de calidad, sea la mejora de un aspecto parcial de nuestra empresa, se debe contemplar ineludiblemente la necesidad de “levantar la vista”.
(En esto, como en todo que diría mi abuelo, hay que actuar, sobre todo al principio, con mesura. ¡Cuidado!, y lo digo por propia experiencia, con el entusiasmo desmedido a la hora de aplicar el método. Podemos dejar fuera del campo de visión los “objetos” o “vehículos” inmediatos (cualquier empresa u organización necesita resultados a corto, medio y largo plazo, No nos olvidemos ¡nunca! de los primeros), provocando (sea caída o impacto) un desastre que impida la continuación de la actividad (o negocio).
Por todo ello he modificado, recientemente, los grados de libertad del método, introduciendo un matiz que me gustaría resaltar . “Levantar la vista”, ¡si!, pero adoptando siempre la “visión estrábica: un ojo en el presente y otro en el futuro”.)
En esta fase del ciclo, y con carácter general, es conveniente tener en cuenta que:
*La imaginación desbordante y osada ha de ser la protagonista de nuestras actuaciones.
Todas las ideas pueden ser buenas . Dejar alguna en el tintero por algún sentimiento de ridículo puede suponer la perdida de una gran oportunidad.
*Las cosas sólo son imposibles hasta que se hacen por primera vez. (Aunque este tipo de afirmaciones sirva para engrosar la categoría que antes denominábamos de “perogrullo”, es conveniente no dejarlas nunca de lado.).
Estamos hablando, naturalmente, de ideas, aparentemente irrealizables y/o (al menos de forma aparente) totalmente fuera de lugar pero que nos mejorarían de un modo sustancial el proyecto.
No conviene, de ningún modo, cuando estamos hablando de estrategias empresariales, enfrentarse a problemas, aparentemente irresolubles, por el simple placer de la contienda intelectual.
Analicemos la incidencia de la idea en el resultado, cuantifiquemos el beneficio esperado de su implantación, analicemos la existencia de alternativas mas viables ( y el grado de consecución de objetivos que obtendríamos con ellas) y su coste de implantación y actuemos en consecuencia.
Si la conclusión apunta hacia la conveniencia de considerarla, integrémosla en el proyecto global y analicemos todos los inconvenientes desde una perspectiva innovadora y positiva.
*Por último hemos de tener presente que todas las ideas son mejorables, pero no siempre en el mismo momento ni por nosotros mismos.
Dotarlas de un cierto reposo, mirarlas desde “múltiples perspectivas”, y someterlas a la visión de ”otros ojos” puede ayudar muchísimo en la tarea de sacarlas el máximo partido.
Para poder realizar todo esto necesitamos adoptar una cierta disciplina “escribidora” llevando un registro de las ideas y trabajos desarrollados.
Por tanto, en el inicio de todo proceso de mejora, levanten la vista, “dibujen”, sin obsesionarse por el detalle, el futuro que desean con una perspectiva, espacial y temporal amplia, innovadora y atrevida para después....

“Aplicar el Gerundio”

Tengo algunos recuerdos, normalmente muy agradables, de la época escolar que discurrió en mi pueblo, sito en Cantabria que se llama Los Corrales de Buelna. Entre los nueve y doce años estudié en un colegio de La Salle en el que un mismo profesor, sin solución de continuidad, lo mismo te explicaba matemáticas, que dibujo, geografía, historia, lengua o religión aderezándote las clases con máximas muy propias de cada uno de ellos.
Los recuerdos como digo son agradables y los conocimientos que en ese lugar y durante esa época adquirí fueron muchos y muy interesantes. No obstante lo que consideró mejor enseñanza aprendida durante esa época no se refiere al campo del conocimiento formal de ninguna de las asignaturas citadas y si al que antes me refería cómo de “máximas con que se aderezaban las explicaciones”. Más concretamente a una que hacía referencia a comportamientos y actitudes ante cualquier situación.
Imagínense a niños de 9 ó 10 años, en los que la curiosidad y la impaciencia dominaba cualquier otro tipo de comportamiento, adquiriendo multitud de conocimientos y enfrentados a numerosas experiencias nuevas.
Por favor, ¿cómo puedo aprender esto?, ¿cómo se hace eso?, ¿cómo resuelvo aquello? .......Constantemente acosábamos al profesor con preguntas de este tipo.
Éste, manteniendo siempre una expresión seria y un tanto severa, respondía invariablemente: “en gerundio,....... aprendiendo, haciendo, resolviendo,...”
En ese momento, naturalmente, no fui consciente de la magnitud del descubrimiento, pero posteriormente he aprendido a valorar en su justa medida la importancia del mismo.
¿Cuantas veces han contemplado ustedes proyectos, inicialmente muy interesantes, que han sido incapaces de poner en marcha debido a que una premiosidad excesiva ha impedido pasar, a tiempo, de la planificación a la acción retrasando su puesta en practica hasta el extremo de desaconsejarla?.
¿Cuantas veces ha participado usted en la planificación de un proyecto que demanda reuniones, reuniones y más reuniones sin llegar ha encontrar nunca el consenso necesario, en cuanto a la perfección alcanzada en el diseño, que permita iniciar las acciones para su puesta en marcha?
(Este tipo de situaciones tienen una fácil, escueta , simple y repetida descripción. Cuando después de soportar la enésima reunión y discutir por enésima vez el mas nimio de los detalles sin llegar a un acuerdo satisfactorio, que nadie pregunte qué habéis estado haciendo. La respuesta será, muy probablemente, : “mareando la perdiz”. Y recuerden que en estos momentos, y no hay síntomas que inviten a pensar en un cambio de tendencia, el mercado no está para andar "mareando la perdiz")
Y ¿cuantas veces, después de planificar cuidadosa y detalladamente un proyecto, han tenido que soportar (o han actuado así ustedes mismos; yo soy el primero en entonar el “mea culpa”) de todos aquellos encargados de ponerlo en marcha, preguntas como las que he referido anteriormente. ¿Cómo se hace esto?, ¿cómo se implanta lo otro? ¿cómo se soluciona aquello?.....
Se hace haciendo, se implanta implantando, se soluciona solucionando, ...Hemos de tener en cuenta que una excesiva planificación puede paralizar la acción por lo que debemos de aprender a conjugar a la vez los verbos planificar, reflexionar y actuar asumiendo, siempre, el principio de mejora continua como modo inexcusable de comportamiento.
Comiencen haciendo, implantando, solucionando, eligiendo varias alternativas, diversificando riesgos y estableciendo un sistema de realimentación con la fase de planificación o diseño que permita la mejora continua y en tiempo real de éste.
Después de “levantar la vista” y “dibujar” el futuro que deseamos, comenzaremos, eligiendo varias alternativas y diversificando riesgos, haciendo, solucionando, implantando, .... "aplicando el gerundio" con una técnica adecuada, con la..

“Técnica del Martillo Pilón”

¡Pon!..(Perseverancia)....¡pon! (Paciencia)...¡pon! (Perseverancia)...¡pon! (Paciencia).... El sonido, exhibiendo como característica más significativa una monotonía que puede llegar a exasperar, (¡pon!, ¡pon!, ¡pon!) ...., y la actividad, desplegada con una insistencia y tenacidad capaz de doblegar el mejor temple, acompañan los movimientos del martillo pilón.
Creo que no he visto nunca ningún martillo pilón real, ni tampoco se realmente de donde he sacado la imagen, pero es ésta, la imagen del martillo pilón actuando monótona e incansablemente la que siempre acude a mi mente al evocar cualquier actividad repetitiva, ¡machacona!.
Perseverancia y Paciencia. Perseverante y Paciente debe ser nuestra actividad si queremos acometer cualquier proyecto de mejora continua.
Actuar dotados, por un lado, de la perseverancia necesaria para aplicar insistentemente, tenazmente, ¡machaconamente! nuestro esfuerzo en aras de la consecución del objetivo fijado, y por otro, de la paciencia suficiente para soportar sin llegar a exasperarnos la aparente (o en algunos casos real) monotonía que, por momentos, puede adquirir nuestro trabajo, resultará imprescindible si queremos llevar a buen puerto el proyecto. Un buen método es el de enamorarse del proyecto completo y sacar partido , día a día de las pequeñas cosas.
Perseverancia y Paciencia, Perseverancia y Paciencia.....sin olvidarse de “levantar la vista” y “aplicar el gerundio”, porque, recuerden, ¡nunca! se debe perder la visión global del proyecto.(“El todo es el todo y no la suma de partes” . Esta frase además de engrosar el fichero “perogrullo” pretende transmitir que la visión de los clientes no segmenta (ni mucho menos prioriza) el proyecto total asignando valores individuales y distintos a cada una de las partes y obteniendo su grado de satisfacción mediante un sumatorio. El cliente concibe y valora nuestro producto o servicio como un todo La concepción global, en todo momento, se torna por tanto ineludible.)
Hemos "levantado la vista", "aplicado el gerundio", perseverado y tenido paciencia cual "martillo pilón", pero asistimos a un hecho incuestionable: solos no conseguiremos nada, resulta imprescindible........

“Cooperar”

Cooperar es obrar juntamente con otro u otros en la búsqueda de un mismo fin.
En el mundo actual, y en todos los aspectos aunque quizás se manifieste más acusadamente en el mundo empresarial, es evidente que no queda sitio para los héroes solitarios. El trabajo en equipo resulta imprescindible.
Es un hecho evidente que se impone mayoritariamente como estrategia empresarial. Prácticamente, no existen empresas ni organizaciones ajenas al esfuerzo por implantarlo.
Mas esa estrategia, a todas luces necesaria, ha de continuar avanzando, ha de dar un paso más hacia delante. La estrategia de trabajo en equipo ha de dar paso a una estrategia basada en la cooperación.
Porque cooperar es algo más que trabajar en equipo. Cooperar es comprender las necesidades de los demás e integralas en el proyecto global. Cooperar es considerar no sólo ¿qué gano yo con el proyecto? o ¿qué gana la empresa con él? sino también ¿que ganan todas y cada una de las personas que están involucradas en el mismo? o más aún ¿de qué modo puede afectar, el éxito o fracaso del mismo a toda la organización?, ¿de qué modo puede afectar el éxito o fracaso del proyecto a todas las personas relacionadas de algún modo con el proyecto estén o no trabajando en él?, ¿de que modo puede afectar el éxito o fracaso del proyecto al entorno con el que convive la empresa u organización ?...... De este modo y sólo de este modo se podrán aunar esfuerzos en aras de la consecución del fin común.
Para conseguir implantar esta estrategia. Para conseguir trabajar con espíritu de cooperación, es necesario que todos, y en todo momento, conozcan y comprendan cual es el beneficio, personal y colectivo, que pueden esperar del logro del fin buscado y el papel a desarrollar y el grado de compromiso a asumir por cada uno en el desarrollo del trabajo conjunto.
Ello implica la necesidad de comunicar permanentemente , las ideas clave, las variaciones en los objetivos que introducen las variables del entorno , los problemas a solventar, los logros conseguidos, ......
Ello implica la necesidad de establecer un sistema de comunicación (horizontal y vertical, ascendente y descendente) ágil eficaz y transparente.
Buscar y practicar la cooperación de y con todos para seguir levantando la vista y aplicando el gerundio y la técnica del martillo pilón, debe ser nuestro objetivo primordial.
Aquí se cierra el ciclo de mejora continua que les propongo y como buen ciclo que es, a partir de este momento se impone la vuelta al comienzo...
Levantando la vista ( contemplando como ha evolucionado el escenario externo y la situación interna con respecto a la situación que presentaba en la anterior vuelta del ciclo)..
Aplicando el gerundio ( !siempre! habrá que seguir haciendo, implantando, resolviendo...)...
La técnica del martillo pilón ( perseverancia para continuar trabajando en aras de la consecución del objetivo, y paciencia para soportar la realización de esas tareas "nada creativas" y "poco realizadoras" que siempre será preciso llevar a cabo) y
Buscando y practicando, permanentemente, la cooperación......
.....Una vez y otra y otra y otra......Tengan en cuenta que esto es como la tónica (¿recuerdan el anuncio?)....si con este método no consiguen lo que se proponen....es que lo han probado poco...
(Una “receta” para intentar para sacar el máximo partido a estos trabajos de mejora, siempre repetitivos y siempre, por tanto, susceptibles de caer en la monotonía con el consiguiente riesgo de perdida de interés y por ende de detección de oportunidades de mejora, es aquella que establece como disciplina de comportamiento, el mantenimiento un esquema estructurado de trabajo que se reflejará, por escrito, respondiendo a un mismo formato, de forma resumida y fácil de tratar. El ejercicio de redacción servirá para aliviar la monotonía y permitirá el análisis reposado.
Siempre se puede aprender del trabajo realizado aunque este no haya resultado satisfactorio y la mirada reflexiva suele ser más aguda que la impulsiva.)
Bien, ya tenía diseñado los pasos que componen mi ciclo de mejora continua (un ciclo de mejora continua en argot).
Pero mi intención iba más allá de realizar un simple ejercicio teórico. Pretendía, y pretendo, que ese ciclo de mejora continua se conozca, se aplique y contribuya a la obtención de los mejores resultados en cualquier proyecto de mejora que se acometa. (Sea éste la implantación de un Sistema de calidad que compete a toda la organización, sea la mejora de un proceso, producto o servicio que afecte solamente a una parte de la misma). Y para ello, para conseguir que algo se conozca y utilice, debemos empezar por facilitar ese conocimiento y el recuerdo posterior.
Un nombre y una imagen asociada facilitan el recuerdo y mantienen, en todo momento, la visión global de aquello que queremos comunicar.
¿Qué es lo que yo quiero comunicar? ¿qué quiero dar a conocer?, ¿qué es lo que quiero que se recuerde? ¿qué sensación quiero asociar a ese recuerdo?..
Me fui haciendo todas estas preguntas y algunas más escribiendo las respuestas una detrás de otra:
...... quiero dar a conocer un ciclo de mejora continua, quiero que recuerden que esta compuesto de cuatro pasos y que es necesario aplicarlos continuamente de forma cíclica, quiero que recuerden esa sensación de movimiento cíclico y que asocien al conjunto un sentimiento agradable, un sentimiento de disfrute,...
Y así surgió “El Tiovivo” (el “apellido” surgió más tarde y es simple pragmatismo)
-¿Por qué el Tiovivo?. Podría haber sido otro nombre cualquiera.
No se si cualquiera, pero si que podría haber sido otro nombre. Lo que les puedo asegurar es que este nombre tiene su justificación. Una justificación que abunda en las razones, anteriormente expuestas y en algunas más que paso a exponerles. Ustedes mismos juzgarán lo acertado, o no, de la elección.
*Hay muchas atracciones de feria. Diferentes en tamaño, concepción y grado de complejidad. Es imposible encontrar a todas en todos los lugares. Pero, probablemente, sea el Tiovivo la atracción de feria con mayor presencia en las mismas.
El Tiovivo estará presente siempre en cualquier tipo de fiesta, independientemente de las características, tamaño y relevancia de la misma, lugar de celebración, duración, etc..., que queramos considerar.
-Mi pretensión es que el Tiovivo ...de Agustín este presente (conocido y aplicado) en todo tipo de empresas y organizaciones, independientemente de sus características, tamaño, localización, dedicación, etc.. de éstas
*El Tiovivo es una atracción muy sencilla.
-El Tiovivo ..de Agustín esta concebido en base a ideas sencillas y también su aplicación debe estar presidida por la sencillez. Cuestionense la correcta aplicación del método y “dense un respiro” o “cámbiense de caballito” si es necesario ( si tienen un poquito de paciencia y continúan leyendo comprenderán mejor lo que quiero decir con esto), en el momento que empiecen a percibir (con que ustedes lo perciban es suficiente) una excesiva complejidad en la aplicación del método.
*El Tiovivo gira en torno a un eje.
-Un ciclo de mejora continua no es más que una repetición cíclica (giro) de unas determinadas actividades. El eje del Tiovivo ...de Agustín debe ser siempre, como no podía ser de otra manera, el cliente (externo y/o interno dependiendo de los proyectos acometidos).
*El Tiovivo permite disfrutar de él asumiendo distintas alternativas de riesgo/disfrute (hay figuras estáticas de menor riesgo que a su vez proporcionan menor disfrute de la atracción, normalmente, para los más pequeños(menor experiencia) de la familia y figuras en movimiento, que incrementan el riesgo y el disfrute , éstas últimas para todo tipo de edades(mayor experiencia)).
-A la hora de aplicar el Tiovivo.... de Agustín a cualquier proyecto podemos y debemos considerar diferentes alternativas (y en este campo habrá que considerar lo mismo a los proyectos que a las personas asignadas para llevarlos a cabo) de riesgo/beneficio a la hora de decidir sobre el modo de actuar más conveniente.
*Una vez puesta en marcha la atracción, el Tiovivo permite el cambio de “caballito”, sin que ésta pierda sentido.
-A la hora de aplicar el Tiovivo...... de Agustín hemos de huir de toda actitud dogmática y estar atentos siempre a cualquier cambio de “caballito”que optimice el objetivo que perseguimos. (Cuando hablo de “caballito” me estoy refiriendo lo mismo a proyectos que a estrategias, tácticas, herramientas utilizadas, etc..No he hecho mención a ninguna herramienta específica pero quiero dejar claro que la aplicación del método precisará dependiendo del proyecto, momento, lugar, etc de la aplicación de las herramientas adecuadas en cada caso. Y estas herramientas abarcan desde todas aquellas que se conocen como “de gestión” a las mecánicas, eléctricas, electrónicas, informáticas, etc.. que se precisen en cada caso dependiendo del negocio que estemos considerando. Intentar explicar algunas, como podrían ser la de gestión no viene al caso, ya que ni es el objeto de este trabajo ni aportaría nada significativo a la abundante y excelente bibliografía que existe sobre el tema.)
El mantenimiento permanente de la visión de conjunto, el enfoque estructurado, el resumen escrito de las actividades, el análisis reposado y reflexivo de los resultados, la repetición cíclica de todos los pasos y la perfección continua del detalle que propugna el método nos van a permitir identificar y elegir, en cada momento, la actuación parcial mas adecuada para conseguir la optimización del objetivo global propuesto.
*El Tiovivo es una atracción que lleva siempre un acompañamiento musical. La atracción en si misma no varia, pero si lo hace este acompañamiento musical que incorpora cada temporada las canciones de más rabiosa actualidad.
-El Tiovivo ...de Agustín propugna la aplicación de un conjunto de actividades, que a la vez precisan de herramientas (técnicas de trabajo en equipo, medios informáticos, canales y medios de comunicación, etc... ) para su realización. Si bien la idea básica debe permanecer inalterable, debemos tener en cuenta que estas herramientas están en permanente evolución por lo que hemos de estar atentos a las innovaciones del mercado para incorporar siempre las más actuales.
*El Tiovivo, por último, es, ante todo y antes de nada, una atracción pensada para niños.
-En la aplicación del Tiovivo ...de Agustín debemos comportarnos como niños.
Debemos ser curiosos hasta la extenuación, hacer gala de una transparencia capaz de superar cualquier barrera , independientemente de los orígenes de éstas, y, sacar el máximo partido a cada una de las experiencias del modo que lo hacen los niños, ¡disfrutando con todas y cada una de ellas!.
Ya está explicado todo. El método y en qué consiste éste. El nombre y su por qué?.
El Tiovivo .....de Agustín: el ciclo de Mejora Continua en argot. Levanta la Vista, Aplica el Gerundio, La Técnica del Martillo Pilón y busca y practica permanentemente la Cooperación.
Haz todo esto permanentemente y hazlo además con un “comportamiento de niño” : curiosidad insaciable, transparencia absoluta y capacidad inagotable de disfrutar con todas y cada una de las experiencias.
..¿Gustará?, ¿será aceptado?, ¿será aplicado?...Vuelvo a pensar en voz alta, disculpen....
......Me reafirmo en lo injustamente que traté a mi abuelo en la ficción del comienzo. Mi abuelo sería capaz de escuchar atentamente la explicación de estos métodos -incluso la del “Tiovivo...” y hacer un juicio crítico y ajustado a la realidad sobre los mismos. Si yo le explicase “El Tiovivo....” y le pidiese que me diera su opinión sobre las probabilidades de ser aceptado y aplicado en empresas y organizaciones de todo tipo, probablemente, me diría:
*“Bueno, las ideas que expones, en mi pueblo, las seguirían catalogando de "perogrullo", luego parece, vistas experiencias anteriores, que no vas descaminado.
*”El nombre elegido me gusta, a la vez que transmite la idea global y facilita un recuerdo visual permanente de la misma y el modo de desarrollarla.
Después de dicho esto, muy probablemente, me miraría con sonrisa franca dejándome disfrutar por un momento de esa aparente sensación de triunfo para a continuación, mudar el semblante y continuar diciendo, “Pero...
*”Ten presente que no estamos hablando de actividades mecánicas y modificar comportamientos y actitudes es algo mucho más complejo y difícil de conseguir.
-¿Has pensado en ello?
-Sí, claro que he pensado en ello. Ten en cuenta que cada actitud, cada modo de comportamiento que propugno esta asociado a actos reflejos (levantar la vista) y actividades mecánicas ( golpea, golpea, golpea, ...la secuencia repetitiva del martillo pilón). Es un modo de facilitar la asunción del comportamiento y su incorporación a nuestro quehacer cotidiano como acto reflejo.
........
*Por otro lado, el mismo argumento semántico que utilizas para desarrollar el Tiovivo..., la utilización más adecuada del significado de las palabras, la utilización de frases que transmitan “lo que dices” y “lo que quieres decir”, puede volverse en tu contra...el Tiovivo ...¿atracción de feria?,....el ¿“tío vivo” ?....de Agustín,.......
-¿Has pensado que todo esto puede dar lugar a que el método sea objeto de bromas y escarnio que deslegitimen, ya desde el comienzo, su seriedad y hagan del todo imposible su implantación?
-¿Cómo no voy a pensar en ello, si ya me han hecho alguna?. Pienso que, como cualquier otro método, el Tiovivo .....de Agustín presenta ventajas e inconvenientes. O utilizando un lenguaje más propio de gestión, posee fortalezas y debilidades (como ya hemos indicado antes) y dentro de su campo de actuación se atisban áreas de oportunidades y áreas de amenazas. Para sacar mayor partido al método bastará, al menos inicialmente, con aplicar el manual, bastará con explotar sus fortalezas en el campo de las oportunidades.
Esto nos lleva también a la anterior consideración. La aplicación del método ha de ser progresiva y cuidadosamente planificada. Los proyectos elegidos inicialmente han de ser suficientemente ambiciosos para producir satisfacción y realizables en alto grado en un período de tiempo no muy largo para que esta satisfacción antes mencionada no se vea eclipsada por el cansancio.
Por otro lado las personas encargadas de llevar a cabo estos proyectos iniciales han de ser elegidas entre aquellas que ya poseen o se acercan al comportamiento que preconizamos: curiosidad, transparencia, sentido del humor, carácter positivo y capacidad para disfrutar con la actividad que realiza. Los éxitos alcanzados (tanto en lo referido a su nivel de consecución como a su distribución en el tiempo) determinarán el ritmo de implantación del método en toda la empresa.
.....Y seguiríamos hablando y hablando del tema, analizando los “pros y contras” y al final, estoy seguro, pues mi abuelo, ya lo dije antes, era inteligente, pensaría en ello, pensaría en “El Tiovivo..de Agustín” y en su posible aplicación en las actividades que realizaba.
Estoy seguro de ello, pero estoy seguro también, muy seguro, pues mi abuelo además de inteligente era una persona sensata, de que sin dejar de considerar la aplicación del método empezaría su aplicación de forma pausada, sin desfallecer pero progresivamente. Introduciendo paulatinamente las mejoras, “sus mejoras”, que lograsen una aplicación “a medida” una aplicación optimiza del “Tiovivo...de Agustín” en cada uno de los proyectos que acometiese.
Mi abuelo que era inteligente y sensato lo aplicaría, estoy seguro de ello. ¿Por qué era inteligente?, ¿por qué era sensato? ¿por qué era mi abuelo?, ¿ por las tres cosas a la vez? ¿o por dos?.....No lo se, sólo puedo decirles un argot muy actual que: ..........”Ustedes mismos”:
“El Tiovivo......de Agustín
(un ciclo de mejora continua en argot, en nuestro argot)
“Levantar la Vista”,“Aplicar el Gerundio”,“La Técnica del Martillo Pilón”y “Cooperar”.
Piensen en ello y ¡anímense! a implantarlo

lunes, 22 de junio de 2009

LOS HIJOS DE UN DIOS MENOR (PREGON PARA LOS CORRALES DE BUENA)


Estoy aquí porque la directiva de La Coral de Los Corrales me lo ha pedido y yo he aceptado de mil amores. Es más, confieso que siendo un adolescente, soñé y anhelé muchas veces ser pregonero de mi pueblo, ceder mi brazo a la reina de las fiestas y robaros un poco de vuestro tiempo con mis historias sencillas. Porque los pregones tienen que ser muy simples, ya que conviene que los comprendan por igual los pueblos y los niños.

Dedico este pregón a todos los corraliegos y de manera muy directa a dos mujeres, que desconocen lo que voy a leeros y a las que quiero de verdad, aunque de manera bien distinta: a mi amiga Maruja Méndez, que está al tanto de buena parte de mi obra literaria, y que me prestó encantada de la vida, una tarde de primavera, algunos apuntes del archivo de su prodigiosa memoria para este pregón. Y a una mujer que va conmigo y que es la más cierta de las suertes buenas que conozco.

Hoy, desde la perspectiva de mi niñez, trataré de hablaros, con toda la ternura y todo el respeto, de un mosaico de gentes que desaparecidas caen inmediatamente en el olvido: gentes inocentes nacidas, unas, para provocar la carcajada de la chiquillería y otras para consumirse en su propia humanidad; gentes que han hecho de la necesidad el pan de cada día; gentes incomprendidas, que a los ojos del vecindario eran sólo gentes chifladas. En fin, gentes buenas e incorruptas que por las condiciones especiales de sus vidas, se diferencian entre sí lo menos posible y tienen en común que ninguna mereció, a los ojos de los demás, un homenaje en vida. No hagamos homenajes a los muertos porque se van a poner muy tristes por no haberlos invitado al homenaje; hagámoslos en vida y el homenajeado se sentirá feliz de haber conseguido lo que es el mayor anhelo de cualquier hijo del pueblo.

Crecí en el barrio de “Los Millonarios” o “Barrio Nuevo”. De todos los territorios de mi infancia ninguno tan mágico como la Cueva del Moro, allá por el barrio de La Contrina, donde nacía el río Muriago, nombre que tal vez guarde relación con sus aguas saladas

Para llegar a la cueva había que pasar el aserradero y cruzar un paraje solitario, con terraplenes pendientes, cubiertos de zarzas, ortigas, helechos y telarañas. Y cuando lo conseguíamos, nos pasábamos las horas buscando entradas secretas, hasta que un día, los cuatro expedicionarios, nos quedamos con la boca abierta, al divisar la cueva que imaginábamos guardaba arcones repletos de joyas y monedas de oro, que los moros habían dejado escondidos, cuando el Muriago era un río navegable, allá por los tiempos de Maricastaña. Recuerdo que, con el pretexto de que la cueva se estrechaba, me mandaron a mí, que era el más renacuajo, de avanzadilla en medio de una espesa oscuridad. De pronto, sentí que el terreno se reblandecía y tuvo que ser mi amigo Daniel, con más olfato que yo, el que tomara conciencia de que, más que arcilla blanda, lo que estábamos pisando era mierda de otros exploradores anteriores.

Aquella misma tarde, en nuestra precipitada huída, nos tropezamos con un pastor de barbas largas y con sus dos perrazos mastines, que no hicieron más que olfatearnos y salir de estampida, sin hacer caso a los silbidos de su dueño, que resultó llamarse Enrique, el Marques de Lobado; un personaje entrañable, un maestro de la vida, con el que años más tarde eché alguna parla e hice un par de entrevistas que salieron en los papeles. Enrique, el Marques de Lobado, según él, bien criado y bien educado, escuchó con deleite y socarronería, nuestra historia de buscadores de oro. Y una vez finalizada, se acarició su larga barba, nos llevó a un abrevadero para ovejas, donde lavamos nuestro calzado y sentenció: “Seréis mequetrefes, vamos hombre, andar buscando oro por merderos, cuando el mejor tesoro del mundo está en vuestra edad. El tiempo es oro, chavales, y en la niñez unas horas es una eternidad. ¡Ale, a correr por ahí, so mocarriones!”. Y nos fuimos con viento fresco, sin decir ni pío, pensando que el tío de las barbas estaba más “sonao” que una campana.

Una mañana de invierno, al salir de casa para dirigirme a las Escuelas Nacionales José María Pereda, además de los cromos “repes, metí en el bolsillo del abrigo, sólo para impresionar a mis compañeros, la casi totalidad de la colección Historia del Cine que, con tantas propinas y sisas a mi madre, estaba a punto de completar. Empezada la clase, don Enrique, el maestro, se ausentó, dejando vigilando a un alumno de los mayores, lo que propició que algunos se cambiaran chistes y otros, como yo, cromos. No hice más que sacar a la luz mi maravillosa colección de cine, cuando repentinamente se abrió la puerta, apareció don Enrique, y su enorme mano se estrelló con un Zassss en mi cara, pasando los cromos de mi mano a la del maestro, mientras la mejilla me echaba fuego.

Aquel día lo pasé a dieta y sin pegar un ojo pensando en rescatar mi colección. Al día siguiente, armándome de valor, me acerqué a la mesa de don Enrique con la intención de rogarle que me devolviera los cromos y prometerle que jamás los traería a clase. Pero, ya era tarde para suplicar, en la papelera del maestro yacían esparcidos más de un centenar de cromos rotos en mil pedazos y con ellos, todas mis ilusiones.

En aquel momento, el mundo se me hizo añicos y deseé mi muerte con una fuerza tal, que sólo fue superada por la que puse para que se muriera el maestro. Afortunadamente, ninguno de los dos deseos se cumplió. En el recreo me fui a llorar a los sótanos de la escuela, lo hice con tanto sentimiento que no tardé en mezclar lágrimas con mocos e hipidos con estremecimientos. Cuando por fin dejé de llorar, deduje por el silencio existente, que el recreo ya se había terminado, así que decidí no volver a la escuela y escaparme hasta la iglesia, donde tenía un amigo muy especial, desde el mismo día que vi la película de Marcelino pan y vino.

Entré sigiloso, tomé agua bendita en la pila de las abluciones, y me dirigí a una capilla de ambiente sobrio, con una decoración reducida a un lienzo de terciopelo granate, colocado al fondo de una enorme cruz. Me arrodillé en un reclinatorio situado frente a mi amigo, el Cristo de Victorio Macho, y le pedí que desclavara uno de los brazos y me llevara con él. De repente, sentí que una mano se posaba sobre mi hombro y me estremecí.
-Hola, hijo, ¿qué haces aquí?
-Estoy rezando-dije yo, volviéndome asustado y tropezándome con la diminuta figura del solitario señor Doroteo, organista y sacristán de la iglesia.

¿No tendrías que estar en la escuela?- me preguntó con tono afectuoso.

No sé lo que le respondí, ni siquiera sé si respondí, sólo sé que desde aquel día empecé a pensar, si no sería el señor Doroteo el que se encargaba de dar de comer al Cristo de la cruz. Pero, eso sí, más bien poco, porque el hombre de la cruz parecía el espíritu de la golosina.

Doroteo había nacido en Castromocho, en la provincia de Palencia, y se había venido a Los Corrales en 1926 para ocuparse del órgano y de las necesidades de la iglesia. Curiosamente llegó el mismo año que el escultor Victorio Macho expusiera el Cristo de Los Corrales en su estudio del Paseo de Rosales, en Madrid.
Pues bien, en 1970, cuando escribí un trabajo sobre el Cristo de Macho, acudí a pedir información al señor Doroteo que me contó que fue en las montañas de Palencia, no lejos de Paredes de Nava, la patria chica de Berruguete, donde Victorio Machó ensayó, con humildes pastores, la postura idónea del Cristo que se proponía esculpir y me confesó solemne el sacristán: “Yo era un buen amigo del pastor que Victorio escogió de modelo, sabe usted”.

Os diré, con más orgullo que vanidad, que aquel trabajo obtuvo aquel año el primer premio regional, por las fiestas de San Juan, y que llegué a memorizar del Cristo los pliegues del paño que cubre su desnudez, que conté las crenchas de su pelo, que busqué, sin éxito, la herida que supuestamente le hizo con la lanza el centurión y que no tiene corona de espinas.

Esos detalles del Cristo, seguramente, también los conocía el señor Doroteo, aquel palentino que tuvo ocho hijos, siete varones y una mujer, lo que le obligó a ejercer también de cartero; un hombre que aprendió a tocar música y a componer de forma autodidacta, que rezó más plegarias que todos los santos juntos y que pasó más tiempo en la iglesia que en su casa. Ese hombre místico, bueno, sabio y franquista hasta la médula, según algunos de sus nietos, fue el pulmón de la iglesia corraliega, gozaba del respeto de todo el mundo y, además, pisaba de puntillas para no molestar a los santos.

Cuando el sacristán enviudó, se reunieron los hijos para decidir quien se lo llevaba a casa. Y en estas cuitas estaban, cuando el señor Doroteo tomó la palabra y dijo: “No os preocupéis por mí, yo me voy al asilo, que estaré muy bien atendido por las monjitas y a dos paso de la iglesia”. Y como lo dijo, así fue. Doroteo, el hombre que admiraba a Franco, escogió para morirse el mismo año, el mismo mes y el mismo día que el Caudillo: un veinte de noviembre de 1975.

Sin embargo, al contrario que en la leyenda sobre Maese Pérez el Organista, de Gustavo Adolfo Bécquer, el órgano de la iglesia del San Vicente no se quedó mudo, porque desde hacía algún tiempo, al señor Doroteo, le había relevado otro cura, don Guillermo Álvarez Roces, que interpretaba la Tocata y Fuga de Johann Sebastian Bach con tal virtuosismo que provocaba la admiración de todos los feligreses, al menos de todos los que tenían buen oído.

Don Guillermo llegó siendo muy joven a la parroquia de Los Corrales, para ser cura coadjutor o ayudante del cura principal. Se instaló, junto con su madre, doña Germana, en una casa con huerto, anexa a las escuelas de Los Hermanos de La Salle y allí se nos reveló como un mecánico e inventor prodigioso, capaz de hacer radios de galena, coches teledirigidos, trenes eléctricos con todo lujo de detalles, fuegos artificiales y unos nacimientos con vida y movilidad sincronizada que eran la admiración de las gentes del pueblo y de centenares de visitantes por el tiempo de la Navidad.

Total que dimos en llamarle “El profesor chiflado”, no sólo por los inventos, sino por los despistes de que hacía gala hasta en el confesionario. Es probado y notorio que don Guillermo, a la hora de las confesiones se abstraía de tal manera que, más que en el confesionario, su mente solía estar por alguna galaxia elaborando, vaya usted a saber que nuevo invento, lo que le hacía nuestro confesor preferido.

Los primeros viernes de mes, se habilitaban dos confesionarios: el de Don Guillermo, que tenía más chiquillería que la cola del aceite, y el del malhumorado don Miguel al que acudían cuatro abuelas contadas. Y cuentan que alguna de las confesiones se desarrolló de esta manera:
-Ave María Purísima
-Sin pecado concebida. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última confesión?

-Hace siete días que no me confieso

-Bueno, hija, a ver, dime, ¿cuánto azúcar has robado a tu madre?

-Pero, don Guillermo, por el amor de Cristo, baje usted de la higuera, que tengo más de setenta años.

Estuviera o no en la higuera-y soy de los que piensa que los sabios pueden estar donde les de la gana-don Guillermo fue, a mi juicio, un genio, una bellísima persona, un cura moderno que nunca nos aterrorizó con las penas del infierno. Don Guillermo era de los que pensaba que Dios es de Los hombres y que los santos se hacen en la calle.

En la calle era donde se ganaban la vida Camila la renovera vendiendo golosinas en La Rasilla, junto a las barreras del tren. Solía decir la mujeruca que ella era como los caracoles, carretillo en mano y siempre con la casa acuestas, de la plaza de la Rasilla al cine Coliseum María Luisa y de allí al baile del Churrero y vuelta a empezar. Y ya hiciera un sol de justicia o cayeran chuzos de punta, ella siempre estaba con la mismo cantinela: ¡Hay “cacagüetes”, avellanas, caramelos y almendras garrapiñadas! Nunca puso Camila una mala cara a nadie pero, eso sí, defendía su feudo a capa y espada de los pícaros, porque la necesidad y el orgullo no le permitían que se la dieran con queso.

Camila, siempre con las manos en la faltriquera, acariciando las perrucas, era una mujer de constitución frágil y voluntad férrea, aunque, en ocasiones, distraída. Tuvo bastantes hijos, siete, si no estoy mal informado, que le llegaban como llegaba el sarampión o el otoño, sin pedir permiso y sin un pan debajo el brazo. Pero todos, del primero al último de su prole, los crió con el negocio de golosinas y, además, le salieron todos sanos y listos como el hambre. Hoy admiro y me entristece ese tipo de mujeres que, como Camila, siempre andan sobre el filo de la navaja, jugándose la vida a cara o cruz, sin tener tiempo para mirarse en el espejo y obligadas a sobrevivir, más que a vivir.

Yo creo, si lo pienso detenidamente, que lo que verdaderamente nos ayudaba a los niños a soportar aquel mundo de penumbras, frustración y aburrimiento era el cine. Al menos, a mí siempre me pirró el cine. La sala del Coliseum María Luisa me parecía una iglesia un poco moderna, con su pasillo central, su armonio y su coro, que, en realidad, era el gallinero o zona de general. Así que tampoco era extraño que más de una vez me santiguara, nada más traspasar la cortina roja aterciopelada.
Me acuerdo de Acisclo y de Goyo, portero y acomodador del cine María Luisa, dos personas serias, uniformadas de marrón, a las que los muchachotes tomaban el pelo, falseando la voz:

-¡Acomodador: por aquí alguien se ha “cagao”- gritaba uno.
-Pues con su pan se lo coma, contestaba el acomodador.
-Pero es que ha sido en tu madre.

Entonces se encendía la linterna, proyectando una ráfaga de luz sobre la zona de donde el acomodador presumía había salido la voz, y si persistía el haz de luz, ya estaba el jaleo servido.

Siendo un niño, conocí a un hombre que se llamaba José Luís el Vasco y al que nunca le pregunté la edad. La verdad es que era una de esas personas distintas a la mayoría y, tal vez, por ser especial, el tiempo sobre él se posaba también de forma diferente. Aún así, aventuro que estaría próximo a cumplir los cuarenta años.

José Luís el Vasco, decían que de pequeño había sufrido una meningitis, y que había venido con sus padres, procedente de Vizcaya, porque los Quijano, dueños de la empresa metalúrgica corraliega, llevados de una protección encomiable, le incluyeron en la nómina, asignándole un oficio de muy difícil catalogación y que solamente ejercía él en Los Corrales; un oficio entre jardinero y peón caminero, que consistía en sorrapear las cunetas, dado que entonces no había aceras, y en quitar la maleza que crecía al pie de las paredes, que guardaban las fincas de los Quijano.

José Luís desarrollaba su cometido de forma meticulosa, pero sin importarle el tiempo que pudiera tardar en él. En realidad los niños nunca tienen prisa y el era como un niño, pero como un niño prodigio Un día le pregunté porqué trabajaba tan despacio y me contestó que tenía que mirar muy bien donde ponía el azadillo para no matar ningún bicho y dejarlo todo como Dios manda.
Pero lo más sorprendente de José Luís, no era su humanidad, sino cuando le preguntabas: ¿cuántas son 94 por 76 ó 114 x 23? y, a los cinco segundos, te daba la misma respuesta que nosotros llevábamos resuelta en un papel.

Cinco años después, cuando volví a verlo, le pregunté cuantas eran, qué se yo, tal vez 28X97, se llevó la mano a la cabeza, haciendo un gesto como si le doliera profundamente, y por más que lo intentó no le fue posible calcularlo. A José Luís, cuando ya no tenía propiedades portentosas, le hicimos desaparecer de nuestras vidas. Pasado el tiempo, oímos que se había vuelto loco. Tal vez en última instancia lo que llamamos locura, sea sobre todo esa soledad absoluta a la que condenamos a los ya no son nuestros héroes.

Con ocasión de la Revolución de octubre de 1934 y las huelgas desencadenadas en la cornisa cantábrica, se desplazó a Los Corrales un destacamento de Guardias Civiles, con el propósito de velar por el orden constitucional. La noticia corrió como reguero de pólvora y, mujeres y hombres, se echaron a la calle para ver desfilar, con paso marcial a los defensores de la paz y del orden. Entre el inmenso gentío, se encontraba una muchacha menuda y poquita cosa, nada agraciada y con menos sesera que un mosquito, pero con buen ojo para elegir a los hombres a los que solo poseyó en su cabecita rota.

La moza se llamaba Ina Cueto y aquél día clavó los ojos en Sabino Velasco, un guardia civil raso, bien parecido y de mejor planta, a quien, con el tiempo, idealizó de tal manera, que le fue ascendiendo poco a poco de graduación, en el escalafón militar y, hasta le puso por las nubes, nombrándole capitán del ejército del aire y haciendo de la existencia de Sabino, la única razón de su vida.
Durante el tiempo que los civiles estuvieron acuartelados, Ina se ocupó de lavar la ropa de los guardias solteros, en el lavadero de la Aldea.

-Ina, ese pantalón que estás lavando es el de tu Sabino, que lo sé yo muy bien-le decía una moza que tenía ganas de música.

-¿Tú crees?-contestaba Ina, haciéndose literalmente un rosco-“Pues se lo voy a dejar como un jaspe” añadía la enamorada, mientras se dejaba los nudillos en la faena y las mozas se pasaban de risa.
El día que Sabino comenzó a salir con una muchacha del barrio, Ina centró todo su odio sobre ella, salvaguardando de toda culpa a su Sabino, al menos así me lo contaron, aunque yo dudo mucho que Ina tuviera capacidad para odiar.

Por San Migueluco, la comisión de fiestas del barrio de La Aldea, a la que pertenecía el bueno de Rompe, otro mozo sanote y espléndido, en el que Ina había puesto alma, corazón y vida, decidió establecer el concurso de Miss Aldea, donde, obviamente, se pretendía elegir a la joven más guapa y lozana del barrio; concurso que no pasó desapercibido para nuestra hero- Ina, que, en su fuero interno, comenzó a albergar ilusiones de que iba a ganarlo, siendo ella, como era, la novia de Rompe- aunque lo de novia sólo fuera cosa de su imaginación. Espectáculo cruel al que se sumaba todo el vecindario burlón.

Llegado el momento cumbre de desvelar el fallo del jurado, Ina se fue acercando sigilosa hasta las inmediaciones del templete, y cuando oyó que la elegida era Oliva Bañuelos se quedó como una estatua de sal, seguida de un coro de carcajadas. Dicen, quienes lo recuerdan, que Ina cogió tal inquina a la Bañuelos, que no se lo perdonó nunca. Yo sigo opinando que la amargura en aquella mujer duraba lo que un suspiro, afortunadamente para ella.

Tuvo que pasar un cuarto de siglo, desde la revolución de octubre, para que yo conociera a la buena de Ina. Con ella me pasó como con José Luís el Vasco, que fui incapaz de calcular su edad. Por entonces, mis compañeros y yo éramos una pandilla, una recua cruel y ella un personaje escapado del tebeo, que te lanzaba a la cara todo tipo de improperios cuando la llamabas suegra y que vivía con un hermano contrahecho, llamado Bautista, que le gustaba la taberna y, de sereno, cantaba estupendamente. La verdad es que los chiquillos nos lo pasábamos muy bien con aquel juego en el que Ina se inventaba disparates. ¡Ay, los niños, lo crueles que podíamos ser!

-Qué contenta estoy, le decía a las vecinas, ha salido en la tele mi sabino, al lado de Franco y me ha saludado y todo. ¡Qué detallista y qué guapo es mi capitán.

Cuando volaba algún avión por el cielo de Los Corrales, Ina abordaba a la primera persona que encontraba y le decía: “Hace un ratuco de na, acaba de pasar Sabino en un avión y, con el pañuelo, me ha dicho adiós. Qué hombre más bueno es mi capitán”. Y se le iban los días con los ojos perdidos en la inmensidad del cielo viendo caer la lluvia y pasar el tiempo.

Ina fue, a los ojos de los niños, al menos de los míos, una mujer intemporal, vamos que era inimaginable suponer que alguna vez hubiera tenido otra apariencia diferente a la que tenía entonces. La mujeruca se ganaba el jornal vareando la lana de los colchones a domicilio, recogiendo puntas, de las que se hacían en la fábrica Quijano y haciendo lazos. Cuando alguna vecina de la Aldea, la insinuaba que cualquier día la echaban de la casa, Ina defendía su hacienda con argumentos fantásticos.
-A mí de esta casa no me van a echar nunca, porque esta casa es de la empresa, y mi padre fue uno de los que fundó la fábrica con don José María Quijano.
La verdad es que, aunque al lado de Ina estaba la pobreza, la necesidad y el desamor, la mujer nunca tuvo ocasión de descubrirlo, a ella le preservaba de esas penurias el Dios menor que la había hecho diferente.

A veces, cuando pasaban los obreros, del turno de noche, camino de la fábrica y veían a Ina asomada al balcón, la daban las buenas noches la mar de amables, para luego gritarla lo que más rabia le daba: suegra; llamarla tal cosa era encorajinarla, hasta el punto de llegar a apedrearlos, descalabrando a más de uno. Y es que, Ina, sabedora de las triquiñuelas de los gamberros, hacía acopio de un arsenal de artillería pesada en el balcón, para que al menos no se fueran de vacío. De suerte que, a veces, los gritos de los heridos eran de tal calibre que despertaban al vecindario.

-¿Qué pasa, Ina? Cualquier día te llevan a la cárcel por abrir la cabeza a alguno- le gritaba una vecina, a lo que Ina respondía:
-La culpa la tiene ese hijo de mala madre, que me ha “llamao” suegra, y eso, lo será su madre, que yo no he parido nunca.

A Ina de la casa no la echaron jamás; fueron Palmira y Justo, un matrimonio que tenía una frutería, los que la convencieron para que se fuera al asilo del pueblo. Y Allí estuvo, mirando al cielo, por los amplios ventanales de aquel refugio, hasta que su frágil figura se extinguió, esperando que su apuesto y gallardo capitán, asomara la cabeza por la ventanilla del avión y la saludara con el pañuelo.


Juan José Crespo

HOMENAJE A RICARDO DE LA VEGA


A RICARDO DE LA VEGA

HASTA EL REFUGIO DE BRAZOS,
TODA UNA CUADRILLA LLEGA,
PARA DARLE UN GRAN ABRAZO
A RICARDO DE LA VEGA.

QUE MIRA DESDE SU CIMA,
QUE EN EL CIELO CONQUISTÓ,
Y DESDE ALLÍ NOS ANIMA
Y NOS DA SU BENDICIÓN.

TE DAMOS ÉSTE RAMUCO,
QUE SON FLORES DEL CAMINO,
Y YA DE PASO PRIMUCO,
POR TI BRINDAMOS CON VINO.

¡¡VIVA DIOS Y RICARDITO,
QUE DESDE LO ALTO NOS MIRAN,
Y YO SE QUE HASTA SUSPIRAN
POR ÉSTE ACTO BONITO.



Tinuco y sus amigos/as





En el primer día del estío
personas de gran corazón
subieron a Brazos con brío
a realizar un emotiva acción

Recuerdo a Ricardo de la Vega
un muy entusiasta montañero
que nunca puso él ninguna pega
y le apreciaba el mundo entero

Depositar vuestro ramo de flores
en lo alto de tan popular cima
con el refugio testigo de honores
sois personas de mi gran estima

Compluma (desde la emoción...)




Hoy ha sido un día muy bonito, la verdad, lo hemos pasado bien en armonía y compañerismo, el mejor homenaje a Ricardito, que desde su atalaya en la pared principal del refugio, con la vista puesta a lo lejos......en que pensaría...........que vería.......lo dejamos para él y su viaje..................El refugio precioso ordenado, limpio, de verdad un diez para los autores del proyecto...........
Que bien hemos dejado a nuestro Ricardito guardian y angel de este paraiso.............escuchando el silencio....las noches.......hablando con la luna, los duendes.....las cigarras, los venados, jabalíes...lobos .... las estrellas y con la comparsa de los campanucos de las vacas que escoltan el recinto.....
Muchas gracias a Tinuco, por preparar este evento, hoy el CLUB DE LOS POETAS VIVOS, estaba más vivo que nunca, ....estuvieron presentes los no asistentes, se brindó por ellos y.................comimos y volvimos............como dijo Ricardito una vez............".pala dil y volel...mas vale no dil.........", en este caso mereció la pena dil y volvel.....

viernes, 19 de junio de 2009

EL BICHO DE LA BIBIANA

Tenemos en el Gobierno
a la Ministra Bibiana,
prodigio de ser moderno,
lista, valiente y lozana.

Aunque joven, la Ministra
ya tiene descubrimientos
que a la Ciencia le administra
con sagaces fundamentos.

Vio que en lo gramatical
no es miembro sino que es miembra,
al discurrir, ¡qué genial!
que ella no es hembro, que es hembra.

Su postrer descubrimiento
lo ha logrado en Biología,
donde casi es un portento
y ha puesto la Ciencia al día.

Alguien micrófono en mano
le preguntó intempestivo:
-¿Es el feto un ser humano?
-¡No señor, es un ser vivo!

¡Olé el saber y la gracia!
¡Loor a su inteligencia!
¡Cómo evita la falacia!
¡Qué agudeza, qué sapiencia!

Mas no quiso precisar
el género ni la especie;
¿es un pez, un calamar,
algún bicho que se precie?

¿Un alienígena verde
con pintas de ser marciano?;
¿un lagarto que hasta muerde?;
¿un bicho que no es humano...?

Ella le deja a la Ciencia
clasificar al bichejo
(que de pronto y con prudencia,
¿tendrá aspecto de conejo?)

Poco importa el aclarar
si es un mochuelo o perdiz,
lo que importa es evitar
que se instale en la matriz.

Mientras pide a la Genética
el informe respectivo,
deja muy libre a la Ética
de cazarlo muerto o vivo.

Y si alguna adolescente
piensa que tiene un bichito,
sin decírselo a su gente
puede darle el finiquito.

Tal como el asunto amaga,
no se trata de abortar:
es evitar que una plaga
se acabe por implantar.

Esto aplaca la conciencia;
tal cosa ya no es matar,
más seguro es que la Ciencia,
llame al asunto ¡cazar!

Preguntarán las mujeres
al padre de su embarazo:
¿Un bicho así, tú lo quieres
o lo cazamos al lazo?

La mujer dirá al marido:
te recuerdo que eras bicho;
no me seas presumido;
doña Bibiana lo ha dicho.

Y si no quieres pensar
porque no te dé la gana,
que hasta fuiste calamar,
protesta a doña Bibiana.

Mas si tuviera Bibiana
un ser vivo en su matriz
(un potrillo, una curiana)
¿cazarlo la hará feliz?

Cuando Aído fue un bichito,
sus padres, -los naturales,
lo dejaron tranquilito;
¡qué amor por los animales!

¡Para ministro se nombra
aquí, al más animal;
da lo mismo hombre u hombra,
antropoide o marsupial!

Paco Moreno Doncel